miércoles, 30 de diciembre de 2009

Ven. ¿A qué esperas?



Fotografía: Jan Saudek

Ven. ¿A qué esperas? ¿Acaso no ves el deseo dibujado en mi rostro, en mis gestos, en mi respiración? ¿Acaso mis labios entreabiertos no dicen sin palabras que es el momento de recuperar el tiempo perdido?

Ven. Pon tu mano sobre mi pecho. Son por ti estos latidos, apurados, con prisa por sentir tu corazón pegado al mío y acompasar sus ritmos.

Ven. Posa tu mano en mi cuello y acércame a tu boca para saciar mi sed. Susúrrame al oído esas palabras que siempre despertaron mi pasión y ahora añoro.

Ven. Pon tus manos sobre mi cuerpo, dibuja con tus dedos las constelaciones que insinúan mis lunares, traza un camino de norte a sur y recórrelo después con tu lengua.

Ven. Túmbate a mi lado. Déjame interpretar los mensajes de tu piel, averiguar si tus resortes sobrevivieron a la rutina y prender tu pábilo para alumbrar esta noche.

Ven. Apoya tu cuerpo contra el mío. Deja que ambos expongan sus anhelos en el lenguaje que un día inventaron, que reconozcan sus rincones casi olvidados y que se pierdan en el éxtasis para luego reencontrarse en el reposo de un abrazo enamorado.

Ven. ¿A qué esperas?

lunes, 28 de diciembre de 2009

Tu cielo llora sobre mí




Tu cielo llora sobre mí.
Me empapa tu esencia,
me cubre tu llanto,
me envuelve tu brisa.

Tu cielo llora sobre mí.
Olvido tu ausencia,
te entrego mi canto
y te amo sin prisa.

Tu cielo llora sobre mí.
Regreso a la inocencia.
Olvido el quebranto
y lo entierro con risas.

Tu cielo llora sobre mí.
Y ya en tu presencia
acaricio tu manto
verde que mi alma precisa.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Acabó la fiesta



Fotografía: Rodney Smith


Acabó la fiesta.
De nuevo a solas con mis circunstancias.
¿Y quién recogerá este desorden? ¿Quién ordenará este caos?
¿Quién se acuerda hoy de los buenos deseos formulados ayer?

No fue tan terrible. Siempre puede ser peor.
El escepticismo bailó con la melancolía y le arrancó una sonrisa.
El hambre bailó con las ganas de comer y se saciaron.
El dolor bailó con el deseo, y ambos perdieron fuerza. Se suavizaron.
La intimidad bailó con las palabras y nació una conversación sincera. De ésas que sólo se dan cuando el alba anuncia su llegada.
El miedo bailó con la realidad y se hicieron compañía.
Los sueños bailaron con los recuerdos y se consolaron…

… Hasta que la música dejó de sonar y se apagaron las luces.
Acabó la fiesta.
Pero, ¿quién ordenará este caos?



PD: Me voy. De viaje. De regreso. Por un mes acortaré la distancia y borraré la nostalgia. Por un mes me alimentaré del amor de los míos para volver aquí con más fuerzas.
Pero como este otro mundo que entre todos creamos no sabe de patrias ni espacios físicos, seguiré en contacto. Seguiré publicando y visitándoos, aunque con menor asiduidad.

martes, 22 de diciembre de 2009

Manuel y María (porque todo tiene dos caras)



Sentí la necesidad de reivindicar a Manuel. Quizá es mi afán por defender causas perdidas, quizá creo en los hombres (como género), aunque conocí a algunos como Manuel e incluso peores, quizá no puedo olvidar que él también estuvo cincuenta años junto a María… Ésta es la otra cara del texto "María y Manuel"


Manuel conoció a otras mujeres, pero ninguna como María. No siempre lo supo. Pasó cincuenta años haciéndole compañía, espantando las ganas cuando éstas asomaban, evitando las tentaciones, tomándose las manos cuando lo que deseaba era abrazarla, besarla… y amarla.

Tardó cincuenta años en darse cuenta de que María era la única mujer que le pedía exactamente lo que él podía darle: NADA. La que le ofrecía silencio cuando él necesitaba calma, la que le daba compañía cuando no soportaba estar solo, la que se reía con su muy peculiar sentido del humor.

Cincuenta años atrás, cuando la conoció, soñó con una vida distinta. Soñó con la risa de María y los hijos de ambos llenando su casa. Pero nunca tuvo casa. Nunca tuvo nada. Y decidió esperar a un momento más propicio para proponerle ser la reina del hogar. Jamás llegó. Y fueron pasando los años. ¡Cincuenta!

En silencio, casi sin saberlo, Manuel amaba a María. La amaba, la respetaba, la adoraba. Por eso jamás se atrevió a besarla. Mucho menos a tocarla o poseer su cuerpo. No quería condenarla a acompañarlo por siempre, no quería robarle otras oportunidades… pero seguir junto a él es lo que ella eligió. Y él se lo permitió, porque no podía imaginar su nada sin la presencia de María.

Por eso, cuando la oyó decir: “Manuel, deberíamos casarnos”, sus ojos se llenaron de tristeza, se llenaron de ayer. ¡Cuántas caricias quedaron en el camino! ¡Cuántos besos, cuánta pasión! Hubiese dado media vida por que María se lo hubiese pedido treinta, cuarenta o cincuenta años atrás.

“Y a estas alturas, ¿quién nos va a querer?” fue lo único que acertó a responder. Ése era su peculiar sentido del humor. María lo sabía.

Mientras lo decía, tomó la mano de ella entre las suyas. Ambos sintieron algo nuevo en sus cuerpos. Una llama cansada, pero fuego a fin de cuentas.

Y tristes, porque el tiempo perdido les pesó como nunca, se dieron el primer beso apasionado de sus vidas.

lunes, 21 de diciembre de 2009

María y Manuel





No conoció otro varón. En el pueblo, muchos creían que ni siquiera había llegado a intimar con él. Sea como fuere, María entregó sus últimos cincuenta años a Manuel.

Cincuenta años de visitas vespertinas, de sentarse en el zaguán a ver pasar el tiempo. De soñar en silencio que mañana podrían llegar las palabras añoradas. De cuidar a su manera la única representación del amor que había conocido.

Cincuenta años de miradas que suplican una declaración que probablemente nunca llegará. Sólo la presencia y los constantes regresos alimentaban el sentimiento. Cincuenta años de mucho acompañarse, pero de pocas fiestas, pocas alegrías… sólo la asunción de que María era para Manuel y Manuel para María.

Los más viejos del lugar dicen que hubo un tiempo en que pudo ser… pero la guerra primero, la posguerra después, que si las dudas de Manuel o la falta de medios, el caso es que siguieron conformándose con esos encuentros que les hacían olvidar que estaban solos.

Un día María se decidió. Cincuenta años esperando en un noviazgo eterno colmaron su paciencia. Sin mirarlo, le tomó la mano. Y tímidamente, se atrevió a decir:

- Manuel. Deberíamos casarnos…

La juventud que brilló en sus ojos duró lo que tardó en morirse la ilusión cuando vio la tristeza en la mirada de él, que sólo acertó a responder:

- Y a estas alturas, ¿quién nos va a querer?


sábado, 19 de diciembre de 2009

La escalera


Fotografía: Rodney Smith


Fue el primer portal abierto que encontramos en nuestro paseo. Tú ibas silbando, distraído. Como si sólo el azar nos hubiese puesto juntos en la vereda. Aún silbabas cuando me hiciste entrar en el portal (¡cómo te gustaba hacer eso!) y juraría que seguías haciéndolo cuando tus labios se posaron en mi boca y tu lengua buscó la mía.

Deseaba con tal intensidad y desde hacía tanto tiempo ese beso, que sólo supe cerrar los ojos y dejarme llevar. Estaba entregada a ti, a tu deseo, pero no podía creer lo que leía en tus ojos. Miraste la escalera y con esa mirada encendiste mi pasión y diluiste mis reservas.

A medio tramo tu mano ya había descubierto bajo mi falda la respuesta que mis ojos todavía negaban. Tus besos me callaban y tus dedos colándose en mi ropa interior me convencían. No quería perder el tiempo negándome a lo que ya no podría renunciar.

No sé cómo lo lograste, pero te mantuviste en mí en cada cambio, en cada paso, en cada movimiento que nos exigían los incómodos peldaños. Tus labios, tus manos, tu sexo en perpetuo contacto y perpetua entrega.

Nos recompusimos, aunque no recuperamos, antes de que apareciera ningún vecino. Al salir, me fijé en la dirección. No quería olvidar dónde había sido nuestra primera vez.




Ya pasó cierto tiempo, pero por fin pude cumplir mi sueño: compré una vivienda en aquel edificio donde nos amamos aquella tarde. Me siento a gusto viviendo aquí. Nadie me molesta. Nadie me habla, porque todos los vecinos piensan que estoy loca. Sólo porque cada tarde me siento en el mismo tramo de escalera en el que me hiciste feliz. Y te recuerdo.

Ellos no comprenden que no puedo olvidar dónde fue nuestra última vez.


jueves, 17 de diciembre de 2009

Creí...



Creí que me buscabas,
tu deseo y mi cuerpo,
pero estabas dormido.

Creí que me llamabas,
tu voz y mi nombre,
pero era un ronquido.


Tu quisiste

Nunca pedí que me bajaras la luna.
Tú quisiste.
Nunca pedí que me amaras sólo a mí.
Tú quisiste.
Nunca pedí compromisos ni lazos.
Tú quisiste.
Nunca pedí que me dejaras…
Tú quisiste.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Siempre me pasa en diciembre



destino
Sigo estando lejos del sentido común. De las expectativas. De lo prohibido.
Sigo estando lejos del norte. (Drapo)


Esto no es mío. Ya me gustaría. Es de Drapo. Encontré de casualidad su blog y me perdí en él por un buen rato. Hasta que lo leí todo (creo). Es una experiencia que recomiendo.

El caso es que todo lo que leí en su blog, y en particular esta frase, me ha calado muy hondo. Debe de ser por cómo ando por estas fechas.

Y es que sí, ando tontita. Muy tontita. Demasiado sensible, incluso susceptible. Melancólica. Emotiva. Nostálgica. Enamoradiza (tanto de una mirada con luz como de las magnolias que ya florecieron; tanto de una brisa como del abrazo apretado de mi hija; tanto de un sueño nuevo como de la entrega de mi compañero).

Es diciembre. Me ocurre siempre. Tal vez porque son demasiados balances, inventarios y propósitos. Para mí por partida doble, porque en diciembre cierro ejercicio en dos ocasiones: al finalizar mi año particular y al terminar el año oficial.

Mi balance, un año más, no es positivo o lo es raspando el aprobado. Hubo cosas buenas, obvio (sólo faltaría), pero no fue bueno.

Mi inventario: bueno, todavía tengo reservas en la alacena del corazón y fondos para adquirir nuevas energías. El haber aún me permite la esperanza, aunque tengo muchas cuentas pendientes en el debe.

Mis propósitos: seguir viviendo, que no es poco, y a ser posible hacerlo con más ganas. Añadiré quizá alguno más: dejar de fumar… sí, todavía. Tener alguna actividad que me reivindique como persona, como mujer y no sólo como madre. Ser como Raquel Welch, y llegar estupendísima a los 50, aunque ella ya lo estaba a los 40 y yo no lo estoy. Ser, y ser consciente de ello, mejor persona (mejor compañera, mejor madre, mejor amiga, mejor amante, mejor hija, mejor hermana…). Ser más fuerte, o serlo un poco al menos. Ser.
¿Seré muy ambiciosa?

¿Y tú? ¿Has hecho ya balance, inventario, propósitos?

martes, 15 de diciembre de 2009

El baile de los poetas



Fotografía: Rodney Smith


Frente al espejo del papel en blanco (o la pantalla del ordenador) nos acicalamos lo mejor que podemos. Vamos a salir, vamos al baile de las emociones, al guateque de los poetas (habidos y por haber).

Elegimos cuidadosamente qué palabra ponernos, a menudo después de probarnos todas las del armario y más, hasta encontrar la que mejor nos sienta. Maquillamos los sentimientos, destacamos los más hermosos y ocultamos los que nos generan complejos. Elegimos los complementos (y adjetivos, y verbos, y sobre todo los pronombres) que mejor combinan y perfumamos las intenciones.

Aparecemos entonces, con las mejores galas, en este baile al que todos llegan también con sus mejores galas. Y comentamos las palabras que nos visten, pocas veces lo que hay dentro.

Si hay suerte, topamos con el príncipe (o princesa) que lee directamente de nuestros ojos. Y nos vamos corriendo… dejando caer nuestro zapato de cristal.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Detente corazón



Corazón viajero,
que vienes y vas ligero de equipaje.
Haz un alto en el camino.
Detente y derrocha hasta tu último latido en este oasis.

Corazón nómada,
que gastas tu vida en un constante viaje.
Haz un alto en el camino.
Déjate querer y saborea las mieles de este paraíso.

Corazón errante,
que buscas sin hallar y encuentras sin buscar.
Haz un alto en el camino.
Palpita, vive… y disfruta la calma de este silencio.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Amigo


Juan Luis, mi amigo, va por ti

Deseo que nos sigas regalando el abrazo de tus textos



“Un amigo es la mano que despeina tristezas”. Gustavo Gutiérrez

“Mi patria son los amigos”. Alfredo Bryce Echenique


Pasado: Recuerdos. De risas, de fiestas, de cariños, de esfuerzos, de ilusiones, de esperanzas, de proyectos de futuro. También de miedos, de inexperiencia, de no saber o no atreverse a hablar. Recuerdos de una época en que la vida se ofrecía virgen a nuestra imaginación, de una época en la que todo estaba por llegar y las prisas podían más que la experiencia o el conocimiento. Recuerdos de una época de pandilla, de grupo de amigos a pesar de las diferencias, del nexo de un sueño común y un esfuerzo compartido.

Presente: Reencuentro. De nuevo prisas y tropezones, ahora con la experiencia necesaria para recapacitar y corregir, para superar errores y mejorar. La mano que guía. La palabra que alienta. El consejo que enseña. La voluntad madura. El amor compartido por las palabras. El jugar a crear. El resistirse a la derrota. El querer enfrentar al enemigo. El amor compartido por la amistad.

Futuro: Ilusión. Las ganas de estar, de no permitir que otros veinte años se cuelen con su silencio. De nuevo la voluntad madura, de conocerse, de acompañarse, de apoyarse. La fuerza. El convencimiento.

Amigo. Eso eres tú. Conjugado en pasado, presente y futuro. A veces perfecto, a veces imperfecto y otras indefinido. Pero siempre amigo. Y mi palabra, mi mano y mi corazón, contigo. Para abrigar, para luchar o para celebrar. Amigo.



“Cuando un amigo está infeliz, voy a su encuentro;
cuando está feliz, espero que me encuentre”. Henry Frédéric Amiel


(...) Decir amigo
no se hace extraño
cuando se tiene
sed de veinte años
y pocas "pelas".
Y el alma sin mediasuelas.

Decir amigo
es decir lejos
y antes fue decir adiós.
Y ayer y siempre
lo tuyo nuestro
y lo mío de los dos.

Decir amigo...
se me figura que
decir amigo
es decir ternura.
Dios y mi canto
saben a quien nombro tanto.
(Joan Manuel Serrat)

lunes, 7 de diciembre de 2009

Temblor

"Los amantes", de Rene Magritte


Temblé cuando me aproximaba a nuestro encuentro furtivo. El deseo y el miedo sacudían mi cuerpo, que se encaminaba al matadero de los sueños, al paritorio de la verdadera mentira.
Temblé cuando llegaba a nuestro encuentro secreto. Tu presencia segura anunciaba que era el momento de matar los ojalás y los quizás. Tu mirada caliente decía que ya no había marcha atrás y tu voz profunda recorría mi cuerpo como un rayo atravesando un árbol seco.
Temblé cuando la puerta se cerraba a mi espalda. Tus manos conquistaban el terreno tantas veces codiciado, desplegabas tu estrategia, me acorralabas, borrabas toda posibilidad de resistencia… Mostré mi bandera blanca y me rendí.
Temblé cuando mi cuerpo yacía sobre el lecho. Tú, ya sobre mí, dirigías el juego con destreza y te permitías la ternura tantas veces escondida. Cada caricia activaba un resorte del placer y no tardaste en encender todo mi ser.
Temblé cuando mi boca se abría para recibir tus besos. Tus labios, tu lengua, tu respiración y tu deseo me invadían y yo vencía la tentación precipitándome en ella, deleitándome.
Temblé cuando tu embestida derribaba la puerta de mi fortaleza. Temblaba mi pecho, temblaban mis piernas, el cuerpo entero se sacudía por la fuerza de tu ataque. Ya no podía disimular, sólo quería resistir para provocar el contraataque. Ya era tan tuya.
Temblé cuando, de nuevo furtiva, me alejaba del campo de batalla, con la mentira instalada, el secreto crecido, la mirada encendida, la sonrisa delatora y el deseo… el deseo renaciendo.
Tiemblo ahora. Tiemblo al recordar y al soñar una nueva batalla.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Pan con mermelada



Gustav Klimt


“Soy un pan con mermelada”, me dices con tu carita pícara aún dormida. Me arrancas así los besos que te harán despertar entre risas y encontrar la alegría de buena mañana.
“Soy una princesa y tú mi príncipe”, me dices con tu carita cargada de dulzura. Me arrancas así los besos que te harán mecerte entre mimos y abrazos.
“Ahora soy un avión”, me dices con tu carita juguetona. Te aseguras así ir en volandas sobre mis brazos por los pasillos de nuestro paraíso.
“Soy un vaquero. Yihaaa!”, me dices con tu carita traviesa. Me conviertes así en un caballo con alas dispuesto a cabalgar por todos los mundos de tu imaginación.
“Te quiero mucho, mamá”, me dices con tu carita llena de todas tus caras. Me conduces así al edén, al más cielo de todos los cielos, a la patria del amor, a la felicidad sin sombras, al pasado feliz, al presente dichoso y al futuro más prometedor.


jueves, 3 de diciembre de 2009

Regalo de Navidad




Soy nueva en este universo de los blogs, pero ya estoy descubriendo que es mucho más que un espacio en el que damos rienda suelta a nuestra imaginación. Efectivamente, detrás hay un grupo de seres humanos (cómo no) que interactúa y desarrolla diferentes iniciativas.

 

Desde el blog de Capri me ha llegado una participación de lotería, iniciativa de otro blog “Alas de plomo”. La participación en la misma tiene unas reglas, que podéis ver pinchando el link de Alas de plomo. Es de “obligado cumplimiento” nombrar cinco blogs que deben hacer lo mismo, para volver a compartir este premio.

 

A pesar del poco tiempo que llevo aquí y que todavía son pocos los espacios que conozco, no me resulta fácil elegir a sólo cinco destinatarios. El primer nombre es indiscutible: es mi amigo en la vida y mi mentor aquí. Si no fuera por él, yo no estaría escribiendo esto ni nada de lo que ya he publicado. Los demás nombres los elijo porque su cercanía, por su sensibilidad, porque me han emocionado, porque se han colado en mi corazón… No son los únicos, pero debo elegir.

 

Capri, aprovecho para darte de nuevo las gracias y para expresarte públicamente el gran aprecio que ya siento por ti. Son varias cosas las que nos unen, y cada día descubrimos más. Un beso grande.

 

Mis elegidos son:
Suerte para todos.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Suma y sigue




Fotografía: Ferdinando Scianna


¿Recuerdas cuando deseábamos cumplir años?

La fiesta, los amigos, los regalos, los juegos, la ropa nueva… Por un día, generalmente un día más, éramos el centro del universo. Todo giraba en torno a nosotros. Todo era de colores, luminoso. Y siempre adquiríamos algún derecho nuevo.



¿Recuerdas cuando cumplir años nos hacía ilusión?


De nuevo la fiesta, los amigos, los regalos… De a poco, íbamos dejando atrás la niñez, la adolescencia, y dábamos un paso más hacia la persona que soñábamos ser. El tiempo todavía era lento, las esperanzas muchas y las frustraciones apenas nos dejaban huella.


¿Recuerdas cuando cumplir años era motivo de alegría?


También había fiesta, amigos, regalos… No sólo podíamos celebrar (todavía) la edad, sino que festejábamos también nuestros primeros logros: los primeros amores, los primeros trabajos, los primeros éxitos. Ya estábamos en nuestro camino, pero quedaba todo un mundo por explorar.


¿Recuerdas cuando cumplir años nos daba pereza?


La fiesta no sólo era con amigos. Ya estaba la familia. Las responsabilidades empezaban a pesar más que las ilusiones, los regalos eran todos prácticos. Nos acercábamos a las crisis, al cansancio, y las frustraciones eran más difíciles de superar.


¿Recuerdas cuando cumplir años nos daba miedo?


La fiesta, cuando la había, era más un deber social que una ilusión. Los recuerdos muchos, las ilusiones pocas. El cuerpo reflejaba los cambios propios de la edad, el tiempo volaba y sobre la tarta sustituíamos los números por una vela en forma de signo de interrogación.


¿Recuerdas cuando cumplir años era un triunfo?


La fiesta era una reivindicación: cumplir años envejece, pero la alternativa es mucho peor.

 

Estáis invitados a mi cumpleaños.
Serviros un trozo de tarta y, por favor, brindad por mí.