Adiós 2010
No. No voy a hacer balance de este año que me usurpó mi libre albedrío e impuso su mal fario, llevándome de susto en susto y tambaleando la seguridad de mis cimientos. Este año falso y traidor, que se presentó con cara amable y me preñó de ilusiones para luego torturarme, lentamente.
Se estremeció la tierra y con ella todo mi mundo. No fue un temblor, fue un disparo, el pistoletazo de salida de la mayor carrera de obstáculos. Un golpe certero que instaló el miedo profundamente, casi subliminal. Y lo mantiene. Tatuado en el centro de la memoria, ésa que se activa con una ligera oscilación, el sonido de una alarma o una luz que se apaga.
Se estremeció la familia y con ella todo mi mundo. No fue un diagnóstico, fue una amenaza, una espada colgando sobre la cabeza. Ese miedo a la orfandad, al desamparo de ese abrazo reconfortante y abrigador. Y la culpa, por no estar y por la posibilidad de que mi pelea por la vida me fuera arrebatar la más importante, la que me creó. Y el miedo aún quema.
Se estremeció mi vientre y con él todo mi mundo. No fue una pérdida, fue un robo con delito de sangre, la promesa rota una y otra vez… y otra vez. Una lucha sin cuartel y sin trincheras, que me mantuvo expuesta, con el alma desnuda y los sentidos en una orgía con los sentimientos. Y continúa.
No. Claro que no voy a hacer balance. Brindaré con champán por su partida y no bailaré sobre su tumba sólo porque no pienso ir a verla.
Y a pesar de todo, pude robarle alegrías. Este blog y vosotros, entre ellas.
¡¡¡Feliz año nuevo!!!
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