Te miro y me recreo.
En los bordes de tu cuerpo
creo yo mi paraíso.
Te miro y te deseo.
Te huelo y me recreo.
El perfume de tu pelo
enredado entre mis dedos.
Te huelo y te deseo.
Te oigo y me recreo.
El sonido de tus versos
encendiendo mi lujuria.
Te oigo y te deseo.
Te toco y me recreo.
Mi caricia inagotable
halla tu respuesta ardiente.
Te toco y te deseo.
Te pruebo y me recreo.
Tus besos, tu piel, tu sexo,
mi hambre y nuestro juego.
Te pruebo y te deseo.
Te intuyo y me recreo.
Te acercas y mi carne
se despierta y te acoge.
Te intuyo y te deseo.
Nota: Añadí la sexta estrofa por los que echasteis de menos el sexto sentido. Dejo, sí, al margen, el sentido común, que poco tiene que ver con el amor o con el deseo.