Ilustración: Eva
Además, no vivían en la ciudad, sino en un pueblo cercano y por lo tanto en una casa. Con jardín, huerto y animales. Los que más me gustaban eran los conejos. Como eran tan amables, me mostraban su jaula y a veces me dejaban tomar alguno en brazos. Aquel día pude hacerlo. Aún recuerdo la suavidad de su pelo al acariciarlo. Al principio estaba asustado, pero luego se relajó en mis brazos y se dejó querer.
Esa sensación convertía esa tarde en perfecta, digna de permanecer en mi memoria por muchos años. Es evidente que aún la recuerdo. Pero todo se acaba y llegó el momento de la despedida. Sin embargo, también era grato ese instante, porque siempre había sorpresas.
- Llevaros esta fruta. Está ya madura y muy rica.
- Gracias, muchas gracias. Pero no te molestes…
- Tranquilos, los árboles dieron mucho este año… Y espera, tenéis que llevaros también un conejo.
- No, Marisa. ¡Cómo vamos a llevar un conejo! Además tenemos que irnos ya.
- Que sí, que os lleváis un conejo. Además, no tardo nada…
Yo miraba ansiosa a mis padres, deseando que dijeran que sí. ¡Un conejo! Me encantaría tener uno. A lo mejor era el que había acariciado. “Que digan que sí, por favor, que digan que sí”, pensaba yo cruzando los dedos. Marisa daba por sentada la respuesta y se dirigía hacia los animales.
- Bueeeno…, pero mujer, mira que no tienes que andar dándonos nada.
- Pero si no es nada. Además, ahora es el mejor momento. Están preciosos.
Lo decía mientras abría la jaula. Mi corazón palpitaba con fuerza mientras mis ojos seguían su mano entrando en la oscuridad y atrayendo luego hacia la puerta primero unas orejas y a continuación… “¡Sí, es él! ¡Es mi conejo!”.
La alegría duró poco. El tiempo de ver su carita asustada, sin saber qué pasaba, mientras Marisa dejaba colgando su cabeza al sujetarlo por las patas traseras. Luego, cuando una letal llave de mano golpeaba su nuca, descubrí el horror. Ver cómo a continuación lo despellejó con total naturalidad, como quitándole el pijama a un bebé, me sumió en una profunda tristeza.
No, claro que no comí su carne. Desde entonces aborrezco el olor a guiso de conejo y no he podido probarlo jamás. Ni pienso.
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Ya somos dos, Alís. Tampoco me gusta ese animalito, ni el caballo tampoco.
ResponderEliminarBesos.
Voy a sonar inusitadamente cruel por decirte que me gustó el relato y, encima, me arrancó una sonrisa. Será tu toque...
ResponderEliminarUn abrazo de 2011 y besos renovados.
Pobrecilla. Menudo disgusto.
ResponderEliminarLos he visto matar así y la verdad es que impresiona.
A mí si que me gusta.
A la brasa, con patatas al horno y con all-i-oli.
Besos.
Yo era el bicho raro de la familia, no comía carne de los conejos y otros animales que se criaban en casa. Es cierto que se pasa mal.
ResponderEliminarBesos de roscón de reyes.
¡Qué brutos! No me extraña que no comas conejo nunca....
ResponderEliminarbesos
Algo así me pasó a mí con una gallina, hace mil años. Y ... hasta hace bien poco, no he vuelto a probar el pollo.
ResponderEliminarDe cuando en cuando a los mayores se les olvida que los niños conocen la sensibilidad .... Y tienen memoria.
Un beso
Una experiencia que trauma a cualquiera.
ResponderEliminarAbrazos fuertes,
PABLO GONZ
No sé si habemos personas demasiado sensibles o gente (mucha) demasiado cruel; y en todo caso ¿por qué nacemos dentro de este tipo de personas si somos diferentes?? Un gran abrazo
ResponderEliminarYo recuerdo uno, monísimo, blanco entero, preziozo que era... Y, al regresar del cole por la tarde, corriendo que iba yo, con ganas de estrujarlo otra vez... Y ahí estaba. Colgado en la cocina. No daré detalles. El horror, el horror. Fue mi abuela la artífice. Uf, calla.
ResponderEliminar¿Guiso de conejo? Yo tampoco. Claro que no.
Besos híper-sensibles.
Hispania significa "tierra de conejos"... con lo cual, cualquier opinión es válida. No obstante el relato pone mucha presión, y es normal que bien sea conejo, vaca, cerdo u otro animal sería lo mismo visto desde ese enfoque...
ResponderEliminarBesos desde Lucus Augusti.
Hai ocasións nas que se da unha asincronía entre as sensibilidades infantís e adultas que rozan a obscenidade máis absoluta.
ResponderEliminarComo neno, xamáis comería coello tampouco. Como adulto direi que é un suculento bocado ó que me costa renunciar...
Bicos sacados da miña chisteira
estaba imaginando el final y la cara de la pobre niña...
ResponderEliminar:)
Tanta naturalidad me abruma, dios!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar"Al conejo y al villano despedazarlo con la mano".
ResponderEliminarEsta es una frase que me cae para la mierda, pero creo que tiene afinidad con tu relato. Yo tampoco si lo veo comería nunca mas conejo. ;-)
besos
No como carne, pero desde la lectura de este relato hay algo que no digiero. Qué horror!
ResponderEliminarBesos
En la matanza del cerdo, una niña de cuatro años, enfermó de la impresión y murió. Estamos muy cerca de los animales y les amamos. La crueldad está no en las personas, sino en la Naturaleza que hace que absolutamente todos los seres vivos, nos alimentemos de otros seres vivos. No somos mejores que los que los matan. Todos comemos y cada vez que lo hacemos, estamos devorando a un ser vivo.
ResponderEliminarPero verlo morir es muy doloroso
lo cual, no nos hace mejores, la vida es así.
Echaba de menos el leerte Alís. Buen relato.
Que cosa más horrible, es espantosa.
ResponderEliminarYo no sé cómo hubiera reaccionado, creo que no muy bien, aparte de quedar traumatizada para toda mi vida.
Pienso que quien no tiene sensibilidad con un animal, tampoco lo puede tener con una persona.
Besos.
No me esperaba que el regalo acabara así. Me dió un vuelco, de veras, casi como si fuera yo misma.
ResponderEliminarY tuve conejillos y sé de su vida, de su muerte, de su sabor.
Un beso, Alís.
Excelente relato Alís, se me puso la piel de gallina, te juro...;-(
ResponderEliminarTampoco esperaba ese final..
Y a propósito, me pasó lo mismo con los los "pavos".....cuando pequeña ví, en la cocina como lo desengraban....huácatela!!
Recibí tu email, te contesto! y nos veremos en casa, Dios mediante!
;-)
Va email...
Besos
Ali
Tengo un conejo Alis, es la mascota número dos de mi hijo menor. La número uno es la perrita...Son tan dulces estoa animalitos, que se acercan con sus ojitos buscando cariño...Comparto tu aborrecimiento, tampoco soporto ver un plato donde han usado carne de conejo en su preparación.
ResponderEliminarUn beso.
Aaaaaaaaay, Alís, estaba encantadísima con la historia, porque yo sí tuve un conejo (uno solo) que me había regalado un vecino y al que adoraba.
ResponderEliminarEl cuento me sigue pareciendo estupendo, jugaste con la sorpresa del remate y ganaste, es cierto, pero cuanto lo sientooooooooooo :)
Besotes.
¡Pobre animal! Le entregaron la llave del Cielo de los conejos.
ResponderEliminarUn beso, Alís
Con afecto: Sucette D´Ment
Sé que nunca seremos una raza superior hasta que dejemos de matar para comer. ¿Incluidos los peces? No lo sé.
ResponderEliminarEl pulpo (polvo, como sabes), es uno de los animales más inteligentes. Prefiero no profundizar sobre el tema.
Empiezo por no comer pollo, pues las naves donde se crían...
Muy buen relato.
está muy bien escrito, aunque me llama la atención la falta de sensibilidad del que mata el conejo delante de la niña. Yo tengo un labrador locuelo y juguetón. Una vez en un viaje largo paramos a la altura de un prado, para estirar las piernas. El perro salió como loco, como una bala, a correr de un lado a otro. Cuando le llamamos para que volviera (se había ido donde el viento da la vuelta), traía entre sus dientes un gazapo que todavía temblaba dando sus últimos estertores. Mi hija que entonces tenía algo menos de 8 años empezó a llorar como una magdalena y a gritarle al perro: "asesino! has matado al conejito!". El perro no acababa de entender el porqué de la bronca que le estaban echando....
ResponderEliminarYo no como conejo no porque me importe el asesinato del bicho, sino porque no me gusta tener que lidiar con los huesecillos...
También podría decir, de forma fácil, que puestos a comer conejos...., : )
feliz año
¡Monumental!
ResponderEliminarEn el tiempo que te llevo siguiendo has contado varias historias referidas a la perdida de la inocencia, a la llegada al mundo real desde la ingenuidad de los niños. Son fascinantes por la sencillez con la que nos lo cuentas, que es, en el lenguaje narrativo, la forma precisa de abordar un tema tan importante adecuándolo a lo que se quiere decir, esto es muy importante. Te felicito Alis.
Besos
PD: Ya he puesto unas aclaraciones.
Jajaja, me imaginaba un final así. A mí me gusta mucho el conejo. No obstante, no creo que pudiera comer alguno conocido. A mi abuela le encanta preparar pollo cuando vamos a comer, yo no pregunto, pero sé que es alguno de los que alimenta en su pueblo. Me cuesta tragarlo...
ResponderEliminarJamas comeria un animal al que viera matar. Quizá tenga el trauma de niñez en casa de mis padres, cuando llegaba el pavo vivo que le regalaba un proveedor y, en la víspera de nochebuena, primero lo emborrachaban metiendole coñac con un embudo, para que su carne supiera mas rica -eso dicen- y luego de un tajazo le cortaban la cabeza, y si se escapaba seguia camiando unos metros.
ResponderEliminarUUUUUUUUfffffffffff
Para mi tenian que preparar tortilla de patatas seguda de los turrones, que nunca vi como los matan.
Besos y feliz año a toda la familia
Ahora entiendo por qué no me gusta la carne de conejo. Buen relato.
ResponderEliminarBeso grande
Me quede pensando si me comeria un conejo conocido....hummm, creo que no.
ResponderEliminarmi beso
Pd, otra cosa es un conejo desconocido....
Buf, me habría pasado lo mismo. Recuerdo que en BUP nos hicieron diseccionar un mejillón. Claro, no le ves ojos, ni tiene pelito suave, ni... pero estaba vivo. Me pasé años sin probar los mejillones. Lo que pasa es que también somos un poquito raros y si hay algún mosquito que nos molesta, le arreamos una palmada y hale, sin escrúpulos, ¡bicho molesto! Quien nos entienda, que nos compre.
ResponderEliminarTu texto me ha recordado un cuento de Cortázar en el que el protagonista vomitaba conejos. :D
ResponderEliminarUn saludo, buen texto.
Yo también vi matar a un conejo (de un martillazo) de crío, mi primo desde entonces no ha vuelto a probarlos, a mi no afectó, porque lo hizo mi abuelo, y mi abuelo era para mi una referencia, me gustaba ir de caza, disparar mi chimbera y toda la parafernalia, qué le vamos a hacer... Sin embargo - fíjate cómo son las cosas - el otro día en navidad me dio cierta ¿pena? ver a los pobres langostinos friéndose vivos en la plancha de casa de mis tíos. Y los perros siempre me han dado pena. En fin, cualquiera me entiende... ni yo mismo.
ResponderEliminarMe temo, Alís, que si me hubiera encontrado en tu situación, me pasaría lo mismo.
ResponderEliminar¡Besos corazón sensible!
Je,je... iba a poner un comentario, pero con este nick que tengo me he acabo de dar cuenta que no voy a ninguna parte.
ResponderEliminarSalud.
He oído esta historia con ligeras variantes...
ResponderEliminares que los conejitos son unos animalitos preciosos, y con esa suave piel...
Aunque comerse cualquier animal que se ha criado en casa cuesta, supongo.
Lo mejor es no tener corazón.
O comerse a desconocidos.
aggg. ---- ¿non pega a gana de facerse vexetariana?
Pobre ! (vos)
ResponderEliminarEs horrible ver como las ilusiones
se deshacen con la cotidianidad .
Saludos, Alis.
Sí, yo también viví ese espectáculo varias veces cuando era pequeño. Siempre me ha asombrado la naturalidad con la que la gente del campo -y no tan del campo- liquida a un conejo, a una gallina o lo que sea: lo que a nuestros ojos era un horror, para ellos era una labor totalmente aséptica. Como dirían los gangsters, "no es nada personal: son negocios"
ResponderEliminar¡Qué poca sensibilidad!
ResponderEliminarUn gran relato
con un remate mortal.
Biquiños Alís
¿Que te sucede? estás desvelada o con algo de insomnio? últimamente te veo siempre primera en la Plaza de Toros!
ResponderEliminar;-)
besos taurinos
Veía venir el final como un adulto cuando lee un relato escrito por una niña, la niña que eras ese día...
ResponderEliminarMe arrancó una sonrisa, excepto al final
Besos
Tremendo! yo también recuerdo a mis amigos ayundando a matarlos. Yo nunca pude, el ruido de ese golpe en la nuca me quedó siempre grabado.
ResponderEliminarBesos asustados
Me pasó lo mismo con una oveja, un cerdito y un crío de vaca. lo malo de vivir en un campo...
ResponderEliminarnnnnnn..... que pena
ResponderEliminarte entiendo tanto.....
no puedo decir nada porque me invadio la penita....
besitos
Durante años mis padres tuvieron conejos y jamás consentí en comer la carne.
ResponderEliminarSe que me gusta, de pequeña la comía, pero no puedo dejar de imaginarme al animalillo y así no hay manera, mis padres dicen que estoy tonta, pero mi hermana y yo resistimos, al final dejaron de criarlos, por que nadie quería comerselos.
Un besazo.
Yo sí como conejo, aunque no me gusta especialmente... pero es cierto que si un día viera como matan y despellejan uno ya no volvería a comerlo. Ojos que no ven...
ResponderEliminarPobre conejo, pobre alisita vaya shock.
ResponderEliminar¿Y cómo pretenden que sigamos siendo inocentes, si con cada llave de mano, nos vamos resabiando un poco?
ResponderEliminarDi.
Claro, luego pasan esas cosas. Otra cruz ... a los conejos.
Un beso
Vengo a echar un ratito en tu espacio, para llenarme de tus cosillas. Como siempre te agradezco tus comentarios en mi blog.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
A mi el único que me gusta es el del Playboy.
ResponderEliminarás veces descobrirmos como funziona a vida nom é nada divertido... É dolorosso e márca-nos para sempre. Eu tampouco gosto nada do coelho mas para min medrar vendo a escena que vôce descreve quase era normal e nom me provocou essa catarse... Bem poderia dizer-se que ocorreu em CIma de Vila.
ResponderEliminarUmha aperta!
Jajajajaja. Una de mis hijas se niega a comer conejo porque dice que no puede al recordar sus caritas (ahora tiene 2).
ResponderEliminarTus entradas me traen recuerdos. En mi casa siempre se mataron animales porque para eso los criaban y, es curioso pero la gente que solía hacerlo, con el paso de los años, fue incapaz de repetirlo.
Bicos.
¡¡pobre!!, demasiado fuerte para una niña pequeña, no me extraña que no lo comas.
ResponderEliminarbiquiños,