sábado, 8 de enero de 2011

El tiempo corre




El cemento que sella su tumba está todavía fresco y yo ya estoy guardando sus cosas en cajas para entregarlas a la beneficencia. No me genera ninguna emoción, no me siento mal hijo por ello. Además, tengo poco tiempo. Esta noche debo regresar a mi ciudad para reincorporarme mañana al trabajo. Sólo pedí un día, y porque alguien tenía que venir a hacerse cargo y firmar los papeles para que pudieran enterrarlo.

La ceremonia, por llamarlo de algún modo, fue breve. No lo fue más, porque cuando iban a introducir el ataúd vi llegar el auto de Patricia. Les pedí a los operarios del cementerio que esperasen a que llegara.

- Viniste.
- Ya ves… Pero no te equivoques. Sólo quiero asegurarme de que queda bajo tierra.

No me sorprendió. Papá siempre fue un cabrón. Sobre todo con mamá y Patricia. Son las que más sufrieron su mal carácter, sus ataques de ira, sus ausencias y sus exigencias. Supongo que yo mismo me alegro de que se haya muerto. Cuando recibí la llamada suspiré profundamente y no pude acallar un ¡por fin! Ella necesitaba desde hace mucho tiempo cerrar este capítulo para poder seguir creciendo, para poder ser. La sombra de él siempre la atenazó y la frenó.

En cuanto vio cómo comenzaban a sellar la lápida, me besó sobriamente en la mejilla y se despidió:

- Raúl, ven a verme pronto, pero no me hables de él. Sólo te pido que vendas la casa, que salga de nuestra familia y cierre cualquier posibilidad de regresar a ella. Con lo que hay dentro, haz lo que quieras. Pero, por favor, libérame de todo esto pronto.

No creo que haya nada aprovechable. Los objetos de valor los fue vendiendo, su ropa tiene varios años y sus papeles no son más que expedientes de antiguos clientes, documentos sin ningún valor y cuadernos con anotaciones. Habrá que quemarlos todos, aunque tal vez me guarde esos textos. Veré qué decido, porque no creo que tenga el tiempo de clasificarlos. Papá era muy desordenado.

Por eso cuando entré en su despacho, que dejé para el final, me sorprendió encontrar la mesa libre de papeles y adornos. Sólo una pequeña caja de cartón con mi nombre escrito. En su interior, su viejo reloj, el que compró con el primer dinero que ganó tras emigrar adolescente a Montevideo. Siempre contaba que lo hizo porque tenía una vida por delante; todo el tiempo del mundo, y quería controlarlo. Al tomarlo vi el papel, pequeño, sucio, torpemente recortado de un cuaderno viejo.

“Hijo:
Cuando te miraba, me asustaba por lo mucho que te pareces a mí. Preferiría, por tu bien, que no fuera así.
Te dejo lo único con valor que conservo, para que tengas siempre presente que el tiempo corre, sobre todo cuando nos equivocamos. No lo pierdas”.


Dos semanas después

Patricia lo esperaba radiante, más guapa que nunca, más ligera. Lo abrazó, lo besó y lo achuchó como cuando eran pequeños. Y lo tomó de la mano para llevarlo al interior de la casa. Fue cuando se fijó. No pudo disimularlo su rostro y tampoco su cuerpo. Se encogió y se apagó. Y se lamentó.

- Llevas puesto su reloj. Lo trajiste a mi casa.

.

48 comentarios:

  1. No es bueno sentir tanto odio. Seguro que algo bueno tendría.
    Es lo que creo.
    Es un relato muy bien construído. Te admiro por ello.
    Y te abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Aunque los objetos nos traen recuerdos, no tienen alma.
    Pero bueno, cada uno es libre para odiar.

    ResponderEliminar
  3. ser familia como dice mi sobrina, con mucha alegría, no es siempre bueno, aunque en tu historia, el padre al menos, le dio un buen consejo :)
    buen fin de semana :))

    ResponderEliminar
  4. Hay cosas que se entierran para enterrar con ellas el resentimiento.Sin embargo, hay cosas que quedan allí para recordarnos lo que quisimos o al menos, intentamos ser.
    Conservo un reloj de mi padre, no es el de oro que casi no usó, sino el del día a día, en el que escurrió su sudor y se posó su vista, en el que consultó su vida y el que quedó allí, indefenso en su mesita de noche. A veces, lo tomo sólo para olerlo...pero ya no huele a él...ya sólo huele a metal.

    Un besito.

    ResponderEliminar
  5. El que no sabe ganarse el cariño de vivo, tampoco lo merece de muerto.
    Impresionante y duro relato.
    Me gustó.
    Besos.

    ResponderEliminar
  6. Cuestión de resentimiento social. Esto sucede cuando las personas valoran sólo una de las partes y no conocen la más importante que es la alegría y la felicidad. Prefieren el odio, la tristeza, las cumbres borrascosas, etc...

    Relato con buena estructura, cadencia y profundad.

    Biquiños...

    ResponderEliminar
  7. El que dijo que el tiempo lo cura todo, seguro que no tenía reloj...

    (yo guardo el reloj que usaba mi padre)

    besos

    ResponderEliminar
  8. Para bien o para mal siempre llevaremos algo de nuestros padres con nosotros.
    Muchas cosas que me molestaban de mi viejo (como el que no pudiera dormir si hab{ia alguna luz encendida en la casa) ahora las veo en mi, pero creo que el balance es ampliamente positivo, aunque al menos ese es mi caso.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Resentimiento extremo.
    Tu relato impresionant.
    Cómo me gusta tu estilo.

    Besos

    ResponderEliminar
  10. Desde la piscina te saludan tus compañeras, quienes tuvieron el placer de escuchar este relato en vivo esta mañana.

    Besitos, Vicky y Ely

    ResponderEliminar
  11. Amiga, un texto de lujo con una buenísima reflexión "el tiempo corre, sobre todo cuando nos equivocamos". Y al final, también se equivocó Raúl llevando el reloj a casa de Patricia. La equivocación no sería tan terrible si existiese el perdón, pero a veces nos equivocamos con mala fe, y esa tiene poca remisión.

    Muchos besitossss

    ResponderEliminar
  12. el reloj es un instrumento diabólico porque sobrevive al tiempo.
    Bicos, hrmanita

    ResponderEliminar
  13. Ese reloj lleva el muerto a todas partes.

    Besos.

    ResponderEliminar
  14. Los objetos cargan con historias. Seguramente, lo que sufrió no le permite ver aún las cosas con menos dolor y odio.
    El tiempo aplacará esas sensaciones, todos llevamos dentro lo que el tiempo nos hará entender algo más.
    Qué bien escribes, Alís.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  15. Es que hay ausencias que ni siquiera matará el tiempo por mucho que intentemos desligarnos de él.
    Besos, Alís.

    ResponderEliminar
  16. Un solo símbolo nos recuerda un regimen. El otro día vi una foto de un chico negro con una camiseta de la cruz gamada. Uno puede vivir toda su vida como un idiota. Uno puede ignorar ciertas cosas cuando no las vivió, uno puede ignorarlo todo y no saber que significan, pero cuando ha sufrido las consecuencias, es otra cosa. Qué le digan a un judio que se ponga ante una Heráldica ¿no?.
    El reloj que mide el tiempo, símbolo de un padre tirano, redunda en el recuerdo de un tiempo vivido en una vida desgraciada, de padecimientos, de desilusión, de desencanto, de humillación, de dolor. ¿Por qué habríamos de perdonar a quién no nos dio ninguna oportunidad? La infancia es la patria del hombre decía Rilke y nadie tiene derecho a arrebatarnos eso.
    La compasión del hijo y de su hermano puede ser lícita para él, pero no para ella. Cualquier recuerdo es una regresión en el tiempo, a un pasado que es necesio olvidar, que es necesario enterrar.
    Impresionante relato. Te felicito Alis.
    Muchos besos

    ResponderEliminar
  17. Hai legados que non se poden aceptar a beneficio de inventario. Tocan e tocan. Sábeo quen lega e sábeo o legatario...

    Bicos no tempo que fuxe

    ResponderEliminar
  18. En este tipo de historias, la muerte no es el final. El recuerdo permanecerá durante mucho tiempo, como una sombra sobre los protagonistas.
    Decididamente, no debió ponerse el reloj maldito. Todas las posesiones y recuerdos del personaje está malditos, hay que conjurarlos.

    ResponderEliminar
  19. A pesar de la distancia y la diferencia, el desencuentro tiene como punto de encuentro el tiempo, el futuro siempre es una memoria del presente.

    Mi beso.

    ResponderEliminar
  20. Alís...
    Siento que relataste parte de mi historia sin saberla.
    Pero en mi caso no hay odio, ni resentimiento... solo malos recuerdos imposibles de enterrar..
    Podra enterrarse un cuerpo, podra quedarse ese reloj como recuerdo eterno, pero lo que se vivió jamas se entierra!!!
    Jamas... al menos no puedo olvidarme algunas cosas que aún hoy me duelen!!!
    Besos desde mi alma a la tuya como siempre!!!

    ResponderEliminar
  21. Un estupendo texto lleno de amargura y, ahí suspendido, com sin querer, una caricia de ternura.
    Biquiños

    ResponderEliminar
  22. ¿No te da vergüenza?
    Por tu culpa se me han pasado los grelos.
    Me has hecho perder la noción del tiempo (No es broma).

    Te sientes identificado aunque la historia no coincida. Después de leer los comentarios anteriores, veo que has tocado el corazón de todos nosotros, aunque nuestros padres hayan sido muy distintos.
    Del mío guardo, naturalmente, su reloj, y un ¡Detente!, que siempre llevo conmigo.

    ResponderEliminar
  23. Nunca hay que subestimar el valor de un reloj..
    Besos

    ResponderEliminar
  24. Uno nunca muere del todo, siempre quedan sus huellas en algún lado y perduran a través del tiempo.
    Bicos.

    ResponderEliminar
  25. y es que a veces el tiempo corre demasiado deprisa, y otras veces demasiado despacio. Tic-tac-tic-tac. Y la muerte llega de igual modo.

    ResponderEliminar
  26. Muy buen texto. Me ha gustado esa pena que transmite del hombre que sabe que se equivoca, que lo está haciendo mal, que se ha ganado ya el desprecio de sus hijos pero que no sabe cómo arreglarlo, cómo volver al principio

    ResponderEliminar
  27. Me ha enganchado desde el principio, un relato estupendo y que refleja la realidad de tantas familias, el daño queda para siempre y algunos no pueden olvidarlo pero hay que saber perdonar aunque sea duro...mi padre vivió una situación similar, pero nunca dejó de querer a su madre aunque le hizo un daño profundo...al final se apiadó de ella...besos e insisto como siempre ¡que bien escribes!

    ResponderEliminar
  28. Un relato de los que me gustan:
    Breve,
    bien escrito,
    que engancha,
    y con final sorprendente.

    Te felicito.

    ResponderEliminar
  29. Mui boa historia e agardemos que o reloxio non teña o demo co el.
    Xa me explicarás por que che arrinquei un sorriso contando a miña nova.

    ResponderEliminar
  30. ¿Soy la única que se ha fijado en que esto era una historia de engaños y traición de la que se entera hasta el muerto...?
    Hoy estoy espesa, me temo.

    ResponderEliminar
  31. Qué tristeza el morir
    sin inspirar ni una
    muestra de ternura.

    Alís cada día me
    sorprendes con lo
    bien que tejes
    tus relatos.

    Un montón de besos

    ResponderEliminar
  32. Muy bueno.Me encantó. Hace poco leí un cuento que también comenzaba con un entierro en el que todos respiraban aliviados cuando empezó a caer la tierra.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  33. Lin un comentario teu por aí que me deixou a pensar sospeitosamente en cómputo de semanas...

    ResponderEliminar
  34. Lo peor que le puede pasar a un padre: que sus hijos se alegren de su muerte. Terrible.

    ResponderEliminar
  35. Hay seres que jamás deberían ser padres, por su crueldad o mala fé.
    Pero a veces es imposible evitar recordarlos aunque sólo se para no terminar convirtiendonos en lo que tanto odiamos.

    Un besazo.

    ResponderEliminar
  36. Y menos mal que el tiempo pasa...

    ResponderEliminar
  37. Una historia con mucho resentimiento y dolor a las espaldas.
    Me ha gustado tu estilo.

    ResponderEliminar
  38. Yo veo ahí una última conversación padre-hijo. Una reconciliación con cierto desfase temporal. El padre ve la luz, aunque sea en los últimos instantes, y deja constancia en la nota. Y el hijo acepta esa especie de disculpa y, como muestra de ello, lleva el reloj. Que se lo merezca el padre o no... quién sabe. La cuestión es que el perdón sale del corazón, sea lógico o no lo sea. Y tal vez si Patricia hubiera recibido un presente así hubiera reaccionado igual, a pesar de haber recibido un maltrato mayor.

    Eso sí: espero que el hijo, habiendo tenido el mal ejemplo del padre y con esa nota de despedida, cuando mire al reloj pueda evitar ser realmente como fue su padre.

    ResponderEliminar
  39. No se que pasó con Patricia, pero tuvo que ser tremendo...

    Besos asustados

    ResponderEliminar
  40. :(
    Que fuerte y triste....no por eso menos real....no lo dudo.
    Un abrazo con todo mi cariño para ti.
    mar

    ResponderEliminar
  41. Xa que me animaches co dos relatos breves, que só escribín catro ou cinco, queríache ensinar o primeiro que fixen, o ano pasado, ainda en español
    http://zeltia.zoomblog.com/archivo/2008/06/16/de-color-lila.html
    para cando teñas tempo.
    A verdade e que contesteiche isto alí no meu blog, pero como igual xa non pasas outra vez polos coments, tráocho aquí.
    E moitas grazas por animarme!

    ResponderEliminar
  42. Buen relato, Alis. Es difícil zafarse del pasado, es como el papel que se te pega al zapato y del que intentas desembarazarte sin éxito.
    El tiempo corre. Me gusta cómo simboliza el fracaso por hacerse con el control del mismo.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  43. Brillante, ya lo ha dicho Elena. Y Elena es sabia.

    Me ha gustado mucho. De verdá.

    Gracias por esto.

    ResponderEliminar
  44. Vendré de vez en cuando a verte ,cuando la polineuropatía me dé un respiro,mientras tanto dame un abrazo sin apretar y un besazo enormeeeeeeeeeeee.
    Gracias y ya me contarás.

    ResponderEliminar
  45. un relato genial y demasiado real para muchas personas.

    biquiños,

    ResponderEliminar