viernes, 2 de mayo de 2014

Minúscula




Despierto y me descubro pequeña, muy pequeña, minúscula. Y me sorprende la ausencia de miedo a pesar de esta condición. Observo a mi alrededor, más bien miro hacia arriba para ver todo lo que me rodea. El mundo está ahí, lejos, alto, grande, hermoso…, disponible. No está físicamente a mi alcance, soy demasiado pequeña para llegar a él, y sin embargo lo percibo accesible. Más que poco tiempo atrás.

La angustia no ha venido hoy. Quizá haya hecho puente o esté enferma, el caso es que ni ha venido, ni avisó. No la extraño. Sin ella por aquí me permito disfrutar de mi pequeñez, de esta desconocida tranquilidad que me da la sensación de que mi tamaño se debe a un estado de reflexión pausada para decidir qué quiero, a dónde deseo ir, cuál es la próxima meta. Y también la sensación de que cuando lo tenga claro, sólo tendré que crecer, crecer y crecer hasta alcanzarlo. Un centímetro primero y otros después, paso a paso, observando y aprendiendo el proceso para cuando tenga que volver a menguar para tomar un nuevo impulso.

Despierto, me descubro pequeña y sonrío, porque reconozco una nueva emoción que nace de saber que el control sobre mi misma me pertenece, aunque todavía ignore cómo usarlo.