miércoles, 21 de enero de 2015

Cabecita loca


Fotografía: "Apples", de Sid Avery


¡Ay, cabecita loca!”. Así me saludaba siempre la abuela, desde que recuerdo. Y siempre se despedía diciéndome: “Cuidado con perder la cabeza”.

Nunca me dijo qué es perder la cabeza. Ni siquiera qué consecuencias tendría hacerlo. Por lo del cuidado intuyo que alguna mala habría, pero ¿y los beneficios de perder la cabeza? ¿Por qué nunca aludió a ellos?

Pensándolo bien, mi abuela siempre me insinuó que perder la cabeza tiene su lado sabroso. Lo sé por la alegría que percibía tras su “cabecita loca” y porque me incitaba a probarlo aportándole misterio y un halo de prohibición al decirme “cuidado”.

Me gusta explicármelo así, porque siento que tengo una cómplice en mis locuras. Sus palabras despertaron esa irrefrenable atracción hacia todo lo que prometía hacer perder la cabeza. Y caí en la tentación tantas veces como se me presentaba. Tenía sus costos, claro, pero valía la pena pagarlos.

Así fui creciendo, hasta que la conocí. Y por primera vez en mi vida perdí la cabeza por una mujer. Acaso también por última vez.

Con ella aprendí de qué peligro me advertía la abuela.

Ay, abuelita, ¿por qué no te hice caso?

5 comentarios:

  1. Perder la cabeza y reencontrarla es la sal de la vida.

    Bss

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  2. Me hiciste recordar un viejo single de vinilo que ya rodaba caducado por casa en algún armario de mi infancia :

    https://www.youtube.com/watch?v=uGa4RPEvutY

    Los recuerdos no caducan ¿verdad?

    Besos


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  3. Encantada de leerte como siempre...

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  4. La abuela también perdió la suya.

    RIP

    Besos.

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  5. Se nosas avoas tiveran a "oferta" tan grande que hai hoxe para perder cabeciñas...
    En todo caso, cando ti sexas avoa, lémbralles ás netas que teñan tino de non perder a cabeza. Hai cousas que hai que dicir. Outra cousa é facelas...

    Bicos de neto coa cabeciña perdida

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