lunes, 24 de agosto de 2015

Mi marido no está




- Pero mujer, si su marido no está.
- Mi marido siempre está.

Sus conversaciones siempre terminaban igual. A pesar de eso, Fernando no desistía. Una y otra vez intentaba seducir a Beatriz. Y ella se dejaba, para finalmente cortar tajante cualquier acercamiento de él recordándole su condición de mujer casada.

Fernando no era mal parecido. Sus labios carnosos resultaban muy apetecibles, sobre todo porque de ellos salían momentos muy agradables. Inteligencia y simpatía le sobraban. Aunque más que conversaciones mantenían una lucha de desafíos, ambos disfrutaban de esos instantes. Y los buscaban.

El roce hace el cariño. Es normal querer convertir en hábito los momentos placenteros, por ello tanto Fernando como Beatriz propiciaban encuentros fortuitos para que ningún día pasara sin mirarse, oírse, disfrutarse.

Un día Fernando permaneció toda la jornada en su despacho. Cuando se acercaba la hora de partir, abandonaba la oficina serio, sin reparar en Beatriz. Ella lo siguió con una mirada incrédula y casi implorante, y cuando él abría la puerta le gritó. “Fernando”. Se giró, en silencio, cansado. Beatriz suspiró y sonrió:

- ¡Mi marido no está!