viernes, 8 de septiembre de 2017

¿Y cómo va la noche?





Es noche. Fiesta, todos adultos, música, fuego, cantos, luna, risas. Susana está sentada en un banco de piedra donde está más oscuro, disfrutando la escena desde el balcón. Él busca descanso y despistado se sienta a su lado. Descubre su presencia y el silencio en seguida se le empieza a hacer incómodo. 

- ¿Y qué? ¿Cómo va la noche?

Ella no esperaba conocer tan pronto su voz. Ni lo deseaba. Siempre le gustó imaginar la voz de las personas. Y la pregunta la sorprendió. 

- Uy, no me hagas esas preguntas. 

El calla. Tal vez fue indiscreto, no quería molestar. 

- Tranquilo, tú pregunta no me incomoda. Al contrario, me parece muy interesante. Es que no me siento muy capaz de responderla, estoy en un estado bastante alterado de conciencia, lo que en sí no es malo, ¿verdad? De hecho, te diría que estoy bastante consciente de mi estado, incluso demasiado, y por lo mismo considero que estoy mejor callada. De eso se trata la vida, ¿no?, de usar cada estado de conciencia para lo que sirve y soltarlo cuando no; si no, ¿qué hacemos con lo aprendido? ¿Para qué aprendemos?  -Susana calla apenas un par de segundos para respirar, y a él le parecen minutos-. Y por eso te dije que no me hagas esas preguntas, pero no tiene nada que ver contigo. Incluso me agradas. ¿Lo entiendes?

- (Que no calle, que no calle). El no se lo esperaba. Simplemente quería romper el silencio, porque necesitaba sentir mucha confianza para sostener sólo con el cuerpo la presencia de otros. Superado el desconcierto, disfrutó las explicaciones de ella, a la que hasta ese momento consideraba una mujer de pocas palabras, tímida. Le agradó descubrirla locuaz, un poco fuera de control, y divertida. Muy divertida. 

- Entonces la noche va bien, ¿no?

La carcajada fue simultánea y por primera vez se miraron a los ojos. 

- ¿Y cómo te llamas?
Martín.