miércoles, 3 de octubre de 2018

A las cinco



Tres cajetillas de Kent verde, por favor.

La había visto al entrar. Era imposible no hacerlo. En medio de la tienda de la gasolinera, dos bolsas plásticas enormes llenas a saber de qué interrumpían el tránsito de los clientes. Al lado, ella, no sé si esperando o simplemente aprovechando el calor del lugar, de un espacio cerrado, calefaccionado, que la sacase por unos instantes de la crudeza callejera.

Pequeña, desgreñada, sucia, con ropas amplias en las que tal vez fue menguando a lo largo de los años. (Quizá simplemente donaciones sin tener en cuenta la talla). Una masa desordenada en la que sobresalían sus ojos, vivaces y atentos. Sus ojos eran jóvenes, mucho más que ella, cuyas arrugas delataban una edad avanzada, que tal vez no era tanto y sólo reflejaban las heridas de la vida que la tenían mendigando. Y su voz apareció dulce, calmada.

Joven, disculpe. No quiero molestar. ¿Podrían darme un chocolate caliente?
Lo siento, pero no me lo permiten. Me echarán la bronca si lo hago.
No se preocupe, preciosa.

Había ternura en la voz de la dependienta. No era una excusa, o no me lo pareció. La mujer permaneció donde y como estaba. Afuera el sol ya se había puesto. Era la hora en que empieza a notarse el frío que anuncia otra larga noche de invierno.

Cóbrame también un chocolate.
- ¿En serio? Gracias. Yo pedí que le calienten un pan.

Al irme, la mujer me acompañó en silencio hasta medio local. Entonces se detuvo y se despidió:

- Muchas gracias. Estoy todas las tardes en el supermercado, donde dejan las bicicletas. A las cinco.

Aún no sé si era un pedido o si me invitaba a su casa, a su único lugar estable.

10 comentarios:

  1. Jo... qué pena... a las cinco en su casa, uffffffff
    Tantas tragedias invisibles a los ojos de los que no miran con el corazón...

    Besos.

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  2. Somos más fuertes de lo que imaginamos. Uno no se creería capaz de poder con lo que nos podría llegar y sin embargo ... tantos casos ( demasiados ) atestiguan esa resistencia y a más, esa resignación.
    Un beso.

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  3. Son tantos los que están en esa circunstancias que habría que plantearse de una vez por todas un por qué. No podemos lavarnos las manos como si ellos formasen parte del paisaje, las diferencias sociales son ya muy marcadas y olvidamos que en este barco vamos todos.

    Un beso

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  4. Uff. Demasiados hay en la calle. Me acordé de Disculpe el señor, de Serrat.
    Beso

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  5. Tus letras destilan calor y cercanía.

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  6. Toro Salvaje: No los juzgo. Hay situaciones que son más fáciles de sobrellevar si no las vemos. Debe de ser eso de ojos que no ven... Lo triste es que desde la ceguera poco o nada se puede cambiar. Beso

    Juncal: Qué peligrosa es la resignación, entre otras cosas porque entrega un lugar de cierto descanso. Y nos arrebata todo el poder, mucho o poco, que podamos tener. Un beso.

    Ilduara: Parte del paisaje cuando se les permite. Otras veces se les aparta y esconde para que no estropeen el paisaje. Mientras no aprendamos de una vez que nadie es más de otro, pocas posibilidades tenemos. Un beso

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  7. Horacio: Tantos que parece que ya nos acostumbramos. Triste. Beso

    Petrus: Poco hago. Incluso nada. Un abrazo

    Raúl: Qué bueno verte por aquí. Gracias. Un beso

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  8. ¡Tus historias! Este cajón sigue abierto y tan desastre como siempre. ¡Qué bello regresar a él! A tus letras.
    Me encanta el chocolate caliente.
    Besos, Lady Alís.


    Lady Jones (para ti siempre).

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  9. Lady Itziar: Sigue desastre porque yo también sigo así, jajaja. Qué alegría siempre verte por aquí. Besos!

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