sábado, 29 de septiembre de 2018

Se vende


Fotografía: Laura Rivera


¿Recuerdas nuestra primera vez en esta escalera?
- ¿Nuestra primera y última vez, quieres decir?

Aún no puede creer que haya sido precisamente él quien respondió a su anuncio.

- Bueno, mujer. Que fue nuestra primera vez es un hecho, lo de que sea la última aún está por ver ¿no? Todavía estamos vivos.

Conserva esa sonrisa pícara que ella tantas veces evocó. Y el mismo descaro que la conquistó años atrás. “Sigue igual”, pensó ella mirándolo y recordando cuando paseando distraídos por la calle la introdujo en ese portal, el primero que encontraron abierto. Lo que ahí ocurrió fue tan intenso que ella tardó años en olvidarlo, los mismos que necesitó para poner en venta el piso que compró en el mismo edificio esperando a que él algún día regresara.

Ahora, ya superado aquel recuerdo, aquel amor no correspondido, estaba dispuesta a vender su casa e iniciar una nueva vida en otro lugar. Aún no puede creer que haya sido precisamente él quien respondió a su anuncio.

Tampoco puede creer lo frágil que es el olvido, cómo la memoria está al acecho de cualquier señal para resucitar sentimientos que creía ya sepultados.

- Nunca olvidé aquella vez. Confieso que probé otras escaleras, pero ninguna como ésta. Ninguna como tú. Eres la reina de todas las musas. Llevo mucho tiempo queriendo volver y esperando a que se pusiera a la venta algún piso de esta escalera.

Él no puede creer que sea precisamente ella quien puso el anuncio. La mira, le sonríe, apoya una mano en el muro y la acorrala entre su cuerpo y la pared. Reconoce en sus ojos las ganas y la necesidad de caer en la tentación, como aquella primera vez. Acerca su boca a sus labios y cuando ella los entreabre para recibir el beso, él se acerca a su oído y le susurra:

- ¿Qué te parece si en vez de comprarte el piso me vengo a vivir contigo?

Ella sólo logra articular un pensamiento: “Tengo que retirar el cartel”. Y juntos pierden la cabeza, la ropa y el pudor.

martes, 25 de septiembre de 2018

Sueño, deseo


Fotografía: Tsebourn


En un grano de arena cabe todo el desierto, 
como en una palabra tuya caben todos los sueños. El sueño de lo posible y lo imposible, de lo verdadero y lo improbable. El sueño de una caricia, el sueño de tu mirada, el sueño erótico que me despierta para seguir soñándote y el sueño que me mece hasta dormirme y soñarte de nuevo. 

En una gota de agua cabe todo el océano, 
como en un beso tuyo cabe todo el deseo. El deseo húmedo, el deseo sediento. El deseo más puro, el más intenso, el deseo que todo lo puede. El deseo de desearte y de ser deseada. El deseo de que los sueños se cumplan, y el deseo de soñar para seguir viviendo. Para seguir viniendo.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Resucítame






Vengo a tu encuentro, una vez más. No sé qué decirte, sólo sé que quiero permanecer a tu lado. Tenerte cerca me hace bien.

Hubo un tiempo en que nos encontrábamos casi a diario. ¿Lo recuerdas? Yo te contaba historias y tú me ayudabas a crearlas. Me inspirabas, me regalabas palabras, me hacías creer en mí. Me dejaba llevar, porque me gustaba la dirección en que íbamos.

Luego nos fuimos alejando, no sé cómo ni por qué. Tú seguiste en el mismo lugar, aunque sin hablarme. Y yo sólo te visitaba, muda, sigilosa y tímida, muy de vez en cuando. Siempre con ganas de volver, siempre con el deseo de romper el silencio.

Ahora vengo a tu encuentro y me dirijo a ti, con miedo, con dudas, sin la certeza de poder mantener la promesa que te pido, de acompañarnos, de no distanciarnos, de cuidarnos el alma como ya lo hicimos en el pasado.

Vengo a tu encuentro delicada, vulnerable y expuesta. Tómame y cúidame, abrázame con tus palabras, sedúceme con tu fantasía y camina junto a mí, silbando, casual y relajado. Verso a verso, párrafo a párrafo. Resucítame.