martes, 23 de julio de 2019

El banco



Salió en la prensa. En la prensa local, claro. Un banco había amanecido pintado de rojo rompiendo la monotonía gris de una calle de la gris localidad.

Hubo incluso debate entre vecinos y algún colaborador radial. De la radio local, claro. Las opiniones entre quienes creían que debería cundir el ejemplo para aportar algo de alegría al paisaje y quienes pensaban que era un atentado contra la estética común y tradicional de la villa.

Yo no dije nada. A mis años ya no vale la pena meterse en problemas. Sin embargo, mi sonrisa me delata desde el día del suceso. Porque me hace feliz saber que es nuestro secreto y que tú no lo contarás. Ojalá pudieras.

¿Lo recuerdas? Es nuestro banco.

En él me hablaste por primera vez. En él creamos el hábito de sentarnos cada día un rato para conversar, para conocernos más, incluso en silencio, para acompañarnos. En él nos atrevimos a besarnos sin escondernos, porque es cierto que sentíamos vergüenza, pero no culpa. Estábamos en nuestro derecho.

La tarde del día en que te enterramos fui a sentarme en nuestro banco. Estabas allí conmigo (sé que siempre me esperas allí). No sé si fue idea mía o si tú me la susurraste, pero decidí que lo haría esa misma noche. Por eso pinté de rojo el banco, igual que tú pusiste color al otoño de mi vida gris.

domingo, 14 de julio de 2019

Impresiones



“…la memoria con la edad se vuelve 
impresionista y selectiva en los detalles…”
Amy Tan

Quería escribir algo que pueda disfrutar mucho. Viajo a mi amada Galicia, a casa, al pasado que se resiste a morir alimentándose de breves pero continuos presentes. No sé cómo distribuiré los tiempos ni si podré escribir. Y me encontré con que el comentario que dejé en el blog de Horacio me pidió crecer.

No necesita los años. La memoria (como la fotografía, por algo impresión es un sinónimo) es impresionista desde el primer momento, porque así es nuestra mirada. Ella es la responsable de elegir qué enfocamos y, pese a que intentos no han faltado, no hemos logrado despojarla de nosotros mismos. 

Por eso hago fotos de momentos especiales (cada vez menos), atenta a que ello no me impida vivirlos. Son el testimonio gráfico de mi versión del momento, de ese recuerdo que elijo crear y mi memoria irá puliendo. Mi memoria y las circunstancias. Tal vez sea mejor no hacer ni una foto y dejar que sea el instante el que se gane ser evocado.

Pero nosotros mismos ya no somos tan nosotros, y menos aún los mismos. Así que ahora además he de recordar (o fotografiar, ¿justificaría eso las selfies?) el yo que soy en cada segundo. A veces soy un yo huidizo, otras veces expuesto, generalmente discreto, alocado, triste, atrevido, enojado, tierno, sabio, inocente… ¡Tanta variedad!

Prefiero estar atenta a esos matices que pretender saber la verdad, me gusta ver la vida con lentes de distintos colores, navegar entre la alegría de un beso, la tristeza de un olvido, el furor de una injusticia y el dolor del desengaño. Y llenarme de impresiones. Para sentirme viva.

Y más si viajo a mi amada Galicia, a casa, al pasado que se resiste a morir alimentándose de breves pero continuos presentes.

viernes, 12 de julio de 2019

Desahogo



Primero fue la rabia. Iracunda, con esa violencia que siempre acabo volcando contra mí misma por no dañar a quienes quiero. Ni siquiera a quienes no quiero. Mi cuerpo, tan generoso, tan paciente, tan sacrificado, una vez más recibe y resiste mi desahogo.

Luego llegó la frustración, desesperada, concentrada en mis pies y mis puños. Toma al asalto la boca de mi estómago y se expande por todo el cuerpo conspirando para tomar el control. Se disfraza de pataleta, tensa mis músculos y se alía en la batalla con mi desahogo.

Finalmente fue el llanto. Intenso, absoluto, sin respiro ni consuelo. No recuerdo haber llorado tanto. Torrencial ahogo que me anega, y totalmente náufraga me revuelca la riada de desgarros e impotencia. Sin poder respirar, con el pecho metido en un puño y sin salida a la vista por un largo tiempo acabo varada casi inconsciente en la orilla del desahogo.

miércoles, 10 de julio de 2019

Qué manía la mía




“Porque, sin buscarte te ando encontrando por todos lados, 
principalmente cuando cierro los ojos”
Julio Cortázar


Qué manía la mía 
de pensarte sin quererlo. 
En cuanto cierro los ojos, 
a cada parpadeo, 
encuentro tu sonrisa 
alegrándome los días. 

Qué manía la mía 
de hallarte en cada sueño. 
Con los ojos bien abiertos, 
y los sentidos desvaídos, 
dibujo los paisajes 
en que por ti me perdería.

Qué manía la mía 
de llevarte aquí en mi pecho. 
Al amparo de tu nombre 
rezagado en mi memoria, 
cada noche me desvelo
para encender tu día.

Qué manía la mía 
ésta de quererte tanto.

lunes, 8 de julio de 2019

Ilusa


Fotografía: Tommy Ingberg

A ratos la ilusión se desinfla. Pierdo las fuerzas con que la sostengo, descanso por un momento mis brazos y observo cómo se desparrama en el suelo, se filtra y desaparece por las grietas de esta sequía que aqueja a nuestros corazones. 

Confiaba en la existencia de otras manos acompañándome a construir, a sostener, incluso a alimentar esa ilusión. Y siento cómo las lágrimas me insultan cuando al parar para tomar un respiro me encuentro frente a frente con la soledad. Ilusa. Soñadora. Tonta. Ingenua... 

Cada lágrima añade su aporte a mi obituario. Cavada mi tumba, me sepultan una realidad que me impide respirar, la soledad vestida de mentiras y medias verdades, la desolación de los sueños truncados, el vértigo de descubrir que no hay suelo que pisar.

Me entrego a los últimos estertores anhelando ese descanso que no hallo e imagino mi epitafio: Arquitecta de imposibles, víctima de la gravedad, falleció aplastada por esa jodida manía de construir castillos en el aire.

sábado, 6 de julio de 2019

Hiel


Fotografía: Diego Ortiz Mugica


Ajeno a mi desnudez 
transitas por mis días 
llenándolos.
A ratos de miel, 
a ratos de hiel.

María deja la pluma sobre el papel, subrayando el poema que acaba de escribir, sabiéndolo terminado, suficiente. Suspira. Y queda pensativa, suspendida… 

Lástima que hoy toca hiel.

jueves, 4 de julio de 2019

Para creer



- Estás enfadada.
- No. ¿Por qué?
- Te molestó el chiste que conté. No te reíste.
- Porque no me hizo gracia, simplemente. No lo entendí.
- A mí me pareció que te mosqueaste.
- ¿Por qué habría de molestarme? ¿Te has fijado?
- ¿En qué?
- Cuando tú crees que me molesto te pones a la defensiva. Cualquier cosa que te digo te parece que nace del enojo. Y no me resulta fácil acercarme, por más que lo deseo
- ¡Pero si yo quiero que te acerques!
- Lo sé. Y me gusta tu reacción.  Lo haces porque te importa no molestarme. Me siento cuidada y me enamora cómo me cuidas. 

Fernando, incrédulo, mira sus ojos buscando confirmación. Se sumerge en ese mar, donde siempre se siente a salvo. Respira aliviado, pero no puede callarse.

- Sólo era una brom…

Le interrumpen los labios de Laura, quien recurrió al único lenguaje que le haría creer.

Y él creyó.

martes, 2 de julio de 2019

Suspiro


Fotografia encontrada en Pinterest


¿Cómo se escribe un suspiro?

Pues eso era.
Un laaaargo y profundo suspiro.
Sentirme silenciosa a tu lado,
a dos metros del suelo,
y respirarte.

Respirarte y vivir.