martes, 30 de junio de 2020

Este tiempo




Este tiempo que voy desgranando como si fuera mío, como si pudiera disponer de él a mi antojo, como si me sobrara, me susurra mensajes que no siempre sé escuchar. Menos aún comprender.

Me habla de cada minuto ganado, de cada minuto perdido, me demuestra que son lo mismo y me desafía a contármelo de mil maneras distintas, por si alguna le diera sentido.

Me habla de lo que se fue con él, de lo que se está yendo en este preciso instante y de lo que seguirá yéndose en cuanto llegue. Me desafía a retenerlo y huye entre mis dedos.

Me habla de lo que es posible, de lo que nunca lo fue, de los sueños que asoman y de los que yacen olvidados. Me desafía a darle vida a un tiempo nuevo con tiempos distintos.

Me habla de lo real y lo irreal, de mentiras eternas escondidas en el espejo, de verdades a medias en miradas fugaces… Me desafía a perderlo y me extravía en el intento.

Este tiempo en que me disgrego con la confianza de rehacerme en otro tiempo futuro me abraza, me sacude, me contiene, me provoca, me abandona y luego me busca con la esperanza de recuperarme a tiempo. Aunque sea tarde…

domingo, 28 de junio de 2020

Tu mano en mi rodilla




La primera vez fue al azar. Nos estábamos riendo escandalosamente. No recuerdo qué la causó, pero la carcajada te agitó y me diste una palmada en la rodilla. No llegó ni a un segundo. Yo me di cuenta. Tú, seguramente no.

La segunda vez yo estaba triste. Al apoyar tu mano en mi rodilla me hacías saber que estabas ahí. Yo me di cuenta. Me gustaba la sensación. La mantuviste un rato, que no llegó ni a un minuto. La levantaste cuando rompí en llanto, para rodear mis hombros.

La tercera vez tampoco la esperaba. La falda te dejó tocar mi piel, y tu mano decidió quedarse. Yo me di cuenta. Me concentré en atesorar el recuerdo. Sin prisa y conocida la rodilla, te aventuraste por nuevos territorios. Y los conquistaste. 
 

viernes, 26 de junio de 2020

De cine




- No cabe duda de que alimentas mi afición por el cine.

- Pero si no vamos nunca… ¿Por qué lo dices?

- Porque siempre me haces evocar alguna película. Ahora, por ejemplo, me recuerdas a una de Darín.

- ¿Ah, sí? ¿Cuál?

- “Un cuento chino”.

martes, 23 de junio de 2020

Remedios


Fotografía: David Lynch


Los hombres la buscaban. Para un rato. Uno bueno, quizás el mejor de sus anodinas vidas, pero sólo un rato. Y todos repetían. Una vez habían probado sus mieles ya no podían dejar de pensarla (en secreto), de buscarla (en secreto) y de amarla (en secreto). Junto a ella se sentían más hombres, más valientes, más felices, y atesoraban esas sensaciones para vivir de la renta que les dejaba por los siguientes siete días. Porque la visita a Remedios era semanal, como la misa de los domingos.

Las mujeres la odiaban. Siempre. La discriminaban y volcaban contra ella la rabia de saberse engañadas y la frustración de no saber entregar a sus hombres lo que Remedios les daba con tanta facilidad. Intuían que no era sólo sexo y eso era lo que más las humillaba. Mostrándole su desprecio se sentían más dignas, más seguras, más mujeres, y atesoraban esas sensaciones para vivir de la renta que les dejaba cada vez que sus maridos tenían una reunión extra de trabajo, siempre el mismo día a la misma hora.

Remedios sólo contaba con la amistad de la hija del alcalde, una post-adolescente que en su rebeldía ante la autoridad de su padre se acercaba a los más desfavorecidos del pueblo y se dedicaba a rescatar almas perdidas con una metodología que, a base de afecto, ternura, comprensión y confianza, resultaba ser más eficiente que la del párroco. Ella conoció el alma bella de Remedios y también sus dolores. Pero cuando la animaba a buscar otra ocupación que le permitiera integrarse recibía siempre la misma respuesta:

- ¿Y qué voy a hacer yo, si sólo sé amar? 

domingo, 21 de junio de 2020

Te hablo a ti


Fotografía: Alís Gómez


Sé que cuando me lees te preguntas si hablo de ti. O a ti.


(Si lo piensas, es porque te has encontrado en mi texto).


((Y no tienes que buscar mucho))


viernes, 19 de junio de 2020

Como ahora




Algunos problemas se resuelven y otros se disuelven. Son las únicas vías para librarnos de ellos. Existe la posibilidad de ignorarlos, pero es sólo una ilusión. Lo escondido, lo oculto, no deja de estar presente y ocupa su espacio.

“No sabía que eres tan perseverante”. Me lo dijo un compañero, impaciente porque yo me tomaba mi tiempo para que algo me saliera bien, que es lo mismo que decir como yo quería que saliera. Me reí, pues sabía perfectamente que en realidad quería llamarme obstinada. Por supuesto, le agradecí que trajera el lado luminoso de mi tozudez.
 
Es cierto que soy terca, pero es que más que no lograr lo que me propongo o deseo me incomoda la sensación de no haberlo intentado lo suficiente. La dificultad es, quizás, definir cuándo es suficiente. 

Cuando hice los tratamientos para embarazarme (un proceso largo, con varios intentos frustrados que resultó finalmente en el nacimiento de las mellizas), mi pareja me propuso, viendo la dureza física y emocional que suponía el tratamiento, que abandonásemos. Julia y Violeta existen porque me negué. Sentía que aún podía dar más. Aún podía aguantar. Es sólo un ejemplo.

Los chilenos tienen la expresión de guata (vientre) para referirse a eso que sentimos y no sabemos explicar. Es una sensación casi física en el abdomen y tiene cierta lógica si es cierto eso que dicen de que el estómago es nuestro segundo cerebro.

Mi obstinada perseverancia me ha permitido resolver no pocos problemas. Otras veces, me cansa tanto golpe contra un muro, la soledad de una lucha en la que, llegado un momento, ya no sé qué responder si me pregunto qué quiero lograr con tanto esfuerzo. Entonces siento, de guata, que ya es suficiente. Como ahora. Y el problema empieza a disolverse.

viernes, 12 de junio de 2020

Cala


Fotografía: Robert Mapplethorpe 


Cala el recuerdo. 
Perdura su existencia 
en el presente.

Cala la huella  
de las caricias presas 
en mi memoria.

Cala el sonido 
de alguna que otra frase 
dicha al vuelo.

Cala el eco 
de todo lo callado 
en el silencio.

Cala la llama, 
incandescente rastro 
de un deseo.

Cala el rostro 
distante de un sueño 
muerto sin nacer.

Cala un poema. 
Como una botella al mar, 
siempre náufrago.

sábado, 6 de junio de 2020

Encrucijada




Decir que estoy en una encrucijada no es ningún descubrimiento. Todos lo estamos. Como especie llegamos a un punto en que debemos dar un giro, porque todo alrededor ha cambiado. No sólo por esta pandemia que nos ha enrostrado nuestra vulnerabilidad cuando nos creíamos los amos del universo, sino porque es sólo una muestra más de que el mundo que hemos edificado está con grandes grietas, al borde del colapso. No sé si es mejor esperar a que se caiga, si es mejor provocar un derrumbe controlado o si servirá intentar apuntalarlo, aunque esto tal vez llevemos un tiempo haciéndolo ya. Con poco éxito, salvo por los que podemos decir que seguimos vivos.

El distanciamiento social no es nuevo. Lleva instalado demasiados años. Ahora, este distanciamiento físico que se nos impone y/o sugiere parece cuidarnos, pero ya practicábamos uno que fue sembrando la desconfianza, la competencia desmedida, la incomprensión, la sordera, los disturbios, el odio, las guerras (sean del tipo que sean)… Hablo del mundo, ¿y alguien podría decir que no ha pasado por alguno de estos estados alguna vez…? Siento, lo sé, que ha llegado el momento de generar cambios, o de acelerarlos, pues ya estamos inmersos en ellos. De darles una dirección, de ser parte de ellos, de construir una casa nueva. Un nuevo principio. 

Hablo del mundo y hablo de mí también. Recuerdo, siempre, a un amigo que enfrentaba sus problemas preguntándose ¿qué es esto comparado con la inmensidad del Universo?  Con su frase refresco la conciencia de que no soy nada, apenas un grano de arena de una playa infinita, un montón de átomos del Universo que se han unido temporalmente y me han dado forma para que transite por no sé dónde que sea esto de la vida. Pero mi insignificancia se vuelve a veces gigante, lo llena todo, y colapsa. El grano de arena que soy se coloca en ese preciso lugar del zapato en el que impide caminar. Y llega el momento de parar y tomar decisiones. Porque estoy en una encrucijada.