Este tiempo que voy desgranando como si fuera mío, como si
pudiera disponer de él a mi antojo, como si me sobrara, me susurra mensajes que
no siempre sé escuchar. Menos aún comprender.
Me habla de cada minuto ganado, de cada minuto perdido, me
demuestra que son lo mismo y me desafía a contármelo de mil maneras distintas,
por si alguna le diera sentido.
Me habla de lo que se fue con él, de lo que se está yendo en
este preciso instante y de lo que seguirá yéndose en cuanto llegue. Me desafía
a retenerlo y huye entre mis dedos.
Me habla de lo que es posible, de lo que nunca lo fue, de
los sueños que asoman y de los que yacen olvidados. Me desafía a darle vida a
un tiempo nuevo con tiempos distintos.
Me habla de lo real y lo irreal, de mentiras eternas
escondidas en el espejo, de verdades a medias en miradas fugaces… Me desafía a
perderlo y me extravía en el intento.
Este tiempo en que me disgrego con la confianza de rehacerme
en otro tiempo futuro me abraza, me sacude, me contiene, me provoca, me
abandona y luego me busca con la esperanza de recuperarme a tiempo. Aunque sea tarde…