jueves, 31 de diciembre de 2020

A ratos

 

 

A ratos fue el vacío, tan lleno de nada.

 

A ratos, la nada, vacía hasta de sí misma.

 

A ratos (de repente)… TODO, en un ínfimo instante

(…máis rápido que a dúvida, máis súbito que a lágrima)*

 

 

 

Lo supe en cuanto me descubrí despertando con una sonrisa. 

 

Fue a principios de año. Todo estaba por delante. Todo por hacer. ¡Y tanto por hacer! 

 

Lo hice. Casi todo y es suficiente. Pocos años en mi vida he terminado sintiéndome orgullosa de mí misma. Hoy lo hago. Igual que hice todo lo demás. 

 

Un día Violeta, practicando caligrafía me pidió que le dijera una palabra poética. Lo primero que se me ocurrió fue averno. Me lo callé y le dije poesía. ¡Gran imaginación! Fue lo segundo que se me vino a la mente en cuanto evité hablarle de lo que estaba viviendo. Yo sí recibía la señal. 

 

Y me adentré en ese averno, lo recorrí. Todas esas cámaras oscuras llenas de monstruos (míos y extraños). Llegué a conocerlo como si fuera mi hogar, quizás porque se concentraba entre las cuatro paredes que confinaron mi territorio este año. Cuando llegué a lo más sombrío apareció la luz, súbita, cálida. Fue allá por la segunda mañana con sonrisa. Tardó, ¡pero qué bien supo! 

 

Aprendí a soltar, aprendí a pedir, fui consciente de la confianza de base que me acompaña y me ampara, fui mujer, fui grande como también fui pequeña, fuerte y lábil a la vez. Lo fui todo igual que lo hice todo. O casi todo, que no es lo mismo, pero da igual. 

 

Me visitó la risa, como lo hizo el llanto, aprendiendo a convivir. La nostalgia, la tristeza, alguna rabia, la esperanza, de nuevo la confianza, el asombro y hasta el entusiasmo. Y ese duelo latente reclamando su momento y ya algo enojado por tener que esperar tanto. 

 

Todo a la vez, porque las cosas nunca ocurren de una en una.

 

Lo supe en cuanto me descubrí despertando con una sonrisa. Un día de no hace mucho. Y al otro. Y el otro… Estoy en paz. Bueno, prácticamente en paz. Agradezco a este 2020, tan cabrón con muchos, por empujarme y ayudarme a descubrir que puedo, paso a paso, sin prisa y sin pausa (lamentablemente, ¡qué bien me vendrían unas vacaciones!). Ojalá aprendamos todo lo que ha venido a enseñarnos. Y estoy lista para recibir el 2021, sobre todo porque me tranquiliza saber que sólo se trata de un día más.

 

 "…máis rápido que a dúvida, máis súbito que a lágrima" 

es de la canción "Partilhar", de Rubel

 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Maldita dislexia

 

 
Fotografía: Alís Gómez 

 

- ¿Y cuántos años cumples? 

- 35. 

- ¿¡35!? Te felicito y te deseo larga vida, que llegues a los que aparentas. 

- ¡Ehhh!... ¿Tan mal me veo? Suelen decirme que aparento menos, no más de 45. 

- ¿Cómo? Pero… ¿cuántos cumples? 

- 53. 

- ¡Antes dijiste 35!... por eso me sorprendí. 

- ¿35 dije? ¡Maldita dislexia! 

 

.....................................................

 

Me llamó a las 23.30 argumentando que no llegaría a las doce. Traía de regalo la presencia, su cariño y una conversación siempre interesante que fue desde las risas, con el recuerdo de otras charlas reídas, hasta una invitación que llegó con sabor a desafío. Quizás por eso acabé aceptando. Supongo que como procrastinadora, encuentro disfrute en las cosas hechas al límite del tiempo. Es el único abismo al que me atrevo a asomarme.

 

“Te quedan los últimos minutos de este año”. Viniendo de ella, esa frase anuncia una sugerencia interesante, un algo más que me impulse a sumergirme en mis profundidades, pero con bikini. Por algo se mueve como pez en el agua. “Puedes reflexionar rápidamente qué quieres conservar, qué quieres dejar atrás y qué construir para el siguiente”. Ni de broma fue lo primero que pensé mientras inventaba una justificación ocurrente.

 

Pero ya había sembrado y a la negación le siguió la curiosidad. ¿Por qué no? ¿Tenía tiempo? ¡23.57! Quedaban tres minutos, a uno por pregunta. Y en realidad no tenía que pensar demasiado. Lo bueno de ir cumpliendo años es que me voy conociendo un poco más y descubro muchas verdades (si existieran) en lo que digo sin pensar.

 

Conservar: la confianza de base, la liviandad, el humor (poder reír de y con todo), el llanto y el coraje de permitírmelo. También este don de florecer cuando me pongo al servicio, cuando me distraigo de mí.

 

Dejar atrás: la insuficiencia. Pero no toda, que me quede la “suficiente” para seguir cuidando lo que hago, lo que soy. También dejo atrás este miedo a ser capaz.

 

Quiero construir: serenidad. Quiero sentirme serena con y en la vida. 

 

Éstos serán mis tres deseos cuando hoy sople las velas.