domingo, 30 de diciembre de 2018

Mariposas


Fotografía: Giuseppe Milo


- Te amo.

Fernando abraza por la espalda su cuerpo todavía sudoroso y totalmente relajado para susurrarle a Laura esas dos palabras que ya dejaron de incomodarla.

- ¿Sabes? Cada vez que me dices que me amas siento algo dentro de mí. Es algo físico, como un viento que me recorre el estómago. No hablo de gases, sino del aleteo de mariposas…

Fernando sonríe con la aclaración de Laura, que suspira profundamente.

- Y me salen suspiros, porque el pecho se me aprieta y me falta el aire.
- Eso es porque también me amas.

La besa en la oreja y ella responde exponiendo su cuello a esos labios que la hacen sentir en la gloria.

- Qué delicioso es terminar el año contigo entre mis brazos.
- Cierto, se termina el año… ¿Con qué te quedas de él?
- Sabes que no me gusta hacer balances, inventarios, ni listas de propósitos.

Laura calla y piensa. En realidad, sabe muy poco de Fernando.

- Lo intuyo, amor, pero no lo sé. ¿Te das cuenta? Te has volcado tanto en ayudarme a aceptar y mostrar lo que siento, que no me cuentas qué sientes tú. Qué piensas, quién eres…
- Soy el que provoca ese aleteo de mariposas en tu estómago. ¿Qué más necesitas saber?

Laura cierra los ojos, sonríe y se acomoda en el abrazo de Fernando. Él le besa suavemente el cuello, acercándose a su oreja y muy bajito le susurra:

- De este año, sin dudarlo, me quedo contigo.

viernes, 28 de diciembre de 2018

Mar y fuego



Sabía que estaba viviendo algo especial, excepcional, cuando aquella noche veía el mar, nuestro mar, en llamas. Agua y fuego en comunión, en una lucha cargada de erotismo, el encuentro furtivo de dos amantes secretos condenados a no tocarse sin hacerse daño.

Sabía, más que saber sentía que ése era un momento cargado de magia. De la magia negra que se desparramaba como mancha de aceite para matar todo a su paso. De la magia blanca que pinta de belleza el paisaje más irreal y regala un para qué a cada enigma que no encuentra respuestas para sus porqués.

Sabía, y sentía… y sin embargo no logré ni intuir que ese instante también nos tocaba. Nos prendía el fuego y nos tatuaba la llama que habría de definirnos para siempre, al tiempo que nos inundaba del agua precisa para apagar a tiempo cada incendio.

Era una noche de invierno, fría y lluviosa. Era una noche tempestuosa, el vaticinio de cómo habría de vivir lo que allí naciera. Y ni lo intuí. Sólo me entregué a la magia de ese momento especial, excepcional. Y decreté que así habría de vivir lo que allí naciera.

Fuego y mar.
Eterno y fugaz. 
Vida y muerte.
Guerra y paz.

Sabía… sentía que estaba viviendo algo especial.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Tiemblo




Tiemblo
al sentir que podría amarte
la vida entera
si no fuésemos sólo
la ilusión de dos almas
condenadas al frío
de los sueños perdidos

lunes, 24 de diciembre de 2018

Hundirme en sus brazos



Recuerdo a mamá fumando. Es la primera imagen que me llega de ella. O durmiendo, cuando íbamos a despedirnos con un beso antes de salir al colegio. O trabajando frente a su computador. O saliendo cuando nos íbamos a la cama porque tenía reunión con sus alumnos (mamá hablaba mucho de sus alumnos y su trabajo), o reunión de estudio de algunos de los muchos cursos que hacía. 

Recuerdo a mamá seria, incluso de mal humor. Come. Toma la leche. Haz las tareas. A la cama… ¿Por qué esperáis a que grite para hacerme caso? ¿Por qué no me hacéis caso a la primera. A la tercera, incluso a la quinta? Se le pasaba pronto, sí, pero era muy seria.

Y como más me gusta recordar a mamá es cuando nos enfermábamos en la noche, o despertábamos de una pesadilla. Recuerdo hundirme en sus brazos, abrazada por su cuerpo. Yo cerraba los ojos y sentía sus caricias, su mano recorriendo mi cara, mi pelo, deteniéndose en mi mejilla… Recuerdo que no aguantaba sin abrir los ojos, y siempre me encontraba con los suyos, mirándome sonriente. Y la escuchaba decirme “te amo”. Recuerdo también que había lágrimas en sus ojos. Y yo volvía a cerrar los míos dejándome mecer, mimar, querer… hasta que me quedaba dormida.

sábado, 22 de diciembre de 2018

La erótica del poder



José González tiene carisma, (un carisma peculiar), a pesar del cual nunca logró satisfacer sus aspiraciones políticas. Perdió todas las elecciones a delegado de clase, los representantes de los movimientos estudiantiles lo evitaban cuando coincidían por el campus, en el trabajo nunca pasó de jefe de sección, y el único poder que ostentó fue el de la paciencia. 

Llegó a tener carné de aquel nuevo partido supuestamente de centro que irrumpía en la escena política y necesitaba afiliados. En cuanto se demoró dos días en el pago de la cuota la ejecutiva local aprovechó para darlo de baja. La expulsión coincidió con su cambio de domicilio, así que el ánimo de José no estaba en su mejor momento.

Maruja intuyó lo que se venía en cuanto ocuparon el nuevo piso en aquel superpoblado edificio del centro. Tras la primera junta de vecinos a la que asistieron, José le dio el mejor sexo que nunca hubieran tenido. “Debe ser la erótica del poder”. Con ese pensamiento a cuestas ella misma contribuyó a alimentar el hambre de poder de José. Fue el siguiente presidente de la comunidad.

Vagamente recordaba cómo se enamoró de la ambición de José. Necesitaba hacerlo para ponerle algo de amor a esa sesión de precalentamiento que pronto se convertía en una mezcla de clase de educación física y de teatro.

- Ahora, Maruja.
- ¿Ya?
- Sí, sí, sí… Yaaa. No puedo esperar.
Maruja suspiraba resignada, porque otra noche le tocaría acumular las ganas, o desahogarse a solas; pero era peor aguantarlo después si no se corría a gusto. Y fingió una vez más:
- Váyase, señor González. Váyase.

Inmediatamente después, Maruja soportaba en su cuerpo el peso como muerto de José mientras pensaba: “La erótica está muy cerca de la perversión. ¿O será que el poder corrompe?”. 

jueves, 20 de diciembre de 2018

Ejemplo


Fotografía: Rodney Smith


¿Por qué me corriges? Tú lo haces así.

- ¿Y tú qué quieres?…, ¿aprender cómo se hace o como yo lo hago?

- Se supone, si eres mi maestra, que debieras dar ejemplo.

- Ésa es tu visión. Y la acepto. ¿Quieres que sea ejemplo? Soy ejemplo de que en esta profesión estamos siempre aprendiendo, que casi nunca o nunca hacemos todo perfecto. Tampoco creo que exista lo perfecto, y de existir, tal vez no consista en hacerlo todo como se debe. En esta profesión, quienes somos se refleja en lo que hacemos, vamos tropezando con nuestros obstáculos, apoyándonos en nuestras heridas y  brillando con nuestros dones. Esto es lo que lo convierte en un arte. No busques la absoluta corrección en la pasión. Y ahora dime, ¿quieres aprender mis dones y mis carencias, o quieres aprender cómo se hace para que luego tú le pongas los tuyos, tu sello, tu arte?

martes, 18 de diciembre de 2018

Las que me habitan



Ya no puedo esconderme. Y creo que ni quiero. 
No importa el nombre que adopten, en qué historia se involucren o la suerte que tengan.
Todas son mujeres que me habitan.
Y ellos, y lo sabes, son los hombres que te habitan.

Soy Laura, la que se muere por que desees saber todo de ella y amarla tal cual es, y encuentra en ti la escucha, la búsqueda, la ternura y el cobijo; Soy Alicia, que se muere de a poco viendo cómo el otoño avanza inexorable hacia el invierno de su vida y encuentra en ti el sueño de los brotes de primavera; Soy Susana, resuelta y juguetona, puro verano, que se muere por que leas sus pensamientos y te reconozcas en ellos, y encuentra en ti un espejo de sus miedos y sus anhelos.
Todas son mujeres que me habitan.
Y en ti, lo sabes, habitan todos sus hombres.

domingo, 16 de diciembre de 2018

De verdad


Fotografía: Vlad Artazov

- Yo te quiero. Te quiero de verdad, así, bien de adentro. Lo sabes, ¿verdad? No tengo ninguna duda. Te quiero porque siento paz cuando hablamos; el tiempo se pasa volando, tanto que ni me entero. Te quiero porque el silencio contigo no sólo es cómodo, también es placentero. Te quiero porque percibo, y lo permites, que te sientes igual. Te quiero porque siempre me despido con una sonrisa, la misma que aparece en cuanto sé que vamos a encontrarnos. Te quiero, lo sé, porque me descubro buscándote, saliendo al encuentro casual. Y te encuentro, claro, también buscándome al azar. Te quiero porque en cada reencuentro borramos de un plumazo el aparente olvido, el tiempo y la distancia, como si ni el aire pudiera interponerse. Te quiero de verdad, así, bien de adentro, porque comprendes que no puedo prometerte constancia, no puedo prometerte ser previsible, no puedo prometerte ser quien esperas. Ya sabes: “hoy te quiero para siempre, mañana vuelve a preguntarme”. Te quiero porque comprendes que en realidad no puedo prometerte nada salvo quererte así.

Fernando mira a Laura atónito con su confesión. Ella está aprendiendo a compartir lo que siente, así que en cuanto empieza a hablar, él escucha sin interrumpirla. Está tan asombrado que ahora él es incapaz de expresar sus sentimientos.

Yo… Yo también.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Contar estrellas


"Noche estrellada sobre el Ródano", de Vincent Van Gogh

Buenos días, señor. Disculpe que le moleste. Sé que no nos conocemos, pero hay algo que creo que debe saber.

Dicen que si cuentas tantas estrellas como años tienes, esa noche sueñas con el verdadero amor de tu vida.

Ayer hice la prueba. Y soñé con usted.

jueves, 13 de diciembre de 2018

El llanto que me arrasa


Fotografía: Jorge Manjón Bernal

El destino me sirvió 
la gota que colmó el ojo.

El llanto que me arrasa,
que me toma, me desgarra
tiene nombre y tiene rostro,
y el vacío de tus cuencas.
Tu cadáver me sonríe,
me hace muecas que no entiendo.
¿Eres la vida?
¿Eres la muerte?
¿Eres el vacío que me posee?
Me has hecho un hijo que nacerá muerto,
me has hecho un sueño que no despierta,
me has hecho bella,
me has hecho monstruo,
me has hecho rayo de Luna,
el silbido del viento,
me has hecho todo lo que quise
hasta que no supe parar.
No quise parar.
Me he hecho añicos,
mil guijarros erosionados 
por este llanto sin consuelo,
por este pecho adolorido,
el desgarro en las entrañas.
Extiendo mi mano buscando tu roce,
te traspaso, incorpóreo.
Te he convertido en fantasma,
te he condenado a mi lado,
te he elegido como ariete
para derribar mi soledad.
Ahora este llanto que me arrasa,
que me toma, que me desgarra,
se aferra a tu estela,
a tu recuerdo, a tu sombra
que se escurre y desdibuja.
Y tu presencia deseada
se desvanece, se convierte
en este llanto que me arrasa,
que me toma, me desgarra.

martes, 11 de diciembre de 2018

Señales (equívocas)



- Nosotros ya nos habíamos conocido.

Fernando se sorprende con el comentario de Laura. Se había fijado en ella desde el primer día que la vio en aquel ascensor. Recordaría si la hubiera visto antes.

- ¿No lo recuerdas?

- No. Y me cuesta creerlo. Seguro te estás confundiendo.

- Nunca lo he olvidado. Coincidimos en una fiesta. Yo estaba en una esquina de la sala. No me gustaba mucho relacionarme con los demás. Y tú estabas en el otro extremo. Ahora entiendo que porque tampoco te gusta la gente. No podía quitarte la vista de encima. Y varias veces se cruzaron nuestras miradas. Yo no dejé de enviarte señales. Te sonreía, con los ojos te pedía que vinieras, te invitaba a mi cama y a mi vida. Tú también me sonreíste. Ese juego duró buena parte de la velada. De repente lanzaste un beso y, como si estuvieras unido a él por un hilo invisible, empezaste a caminar siguiendo su trayectoria. Mi corazón quería arrancarse volando de mi pecho para salir a tu encuentro. Con cada paso que daban tus piernas las mías me sostenían menos. Estaba a punto de desplomarme en tus brazos cuando pasaste a mi lado y continuaste el camino. Te seguí con la mirada y te vi besando a la mujer que estaba detrás de mí. Era un beso con familiaridad, con el que reconocíais espacios ya saboreados. Mi corazón cayó en picado y volvió al pecho. Se encogió, se arrinconó y enmudeció.

Laura calla, entristecida. Fernando se siente incómodo. No recuerda esa escena, y tampoco puede negarla.

- Insisto en que te confundes. Amor, no podría pasar a tu lado sin quedarme ahí para siempre.

domingo, 9 de diciembre de 2018

El roce de tus labios



Paso despacio, para besarte mientras duermes y traerte un bello sueño. 
Es un beso tierno, en la frente. 
Shhhh, duerme tranquilo. Yo velaré. 
Me posee el deseo y aprovecho la cercanía para rozar tus labios. 
Me detengo en ese roce, me instalo y lo amueblo. 
Te respiro. 
Se te escapa un suspiro y me posees con él. 
Recorres por dentro mi cuerpo 
y vuelves a salir en un ay que me delata. 
Me sobresalto. Casi huyo. 
Tu mano ya despierta me detiene. 
Me ofreces un lado de tu lecho. 
Y juntos soñamos y nos vestimos con besos. 

jueves, 6 de diciembre de 2018

Gracias



- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por darme espacio para ser. 
Él la besó en la frente.
- Yo no he hecho nada, ni podría. Tú eres quien debe darse el espacio para ser.

Fue Laura quien rompió el silencio, ése que se instala cuando dos cuerpos acaban de decirse todo lo que puede decirse a alguien a quien amas, cuando llega la pausa necesaria para que las emociones plieguen sus alas y tomen tierra, cuerpo y alma. Laura rompió el silencio, pero su voz no sonó a interrupción.

Fernando se había acostumbrado a que eran esos espacios de silencio en los que Laura contaba más, se abría más, se mostraba y entregaba más. Y él se aseguraba de estar presente siempre que ella necesitaba compartirle otro jirón de su esencia. La escuchaba, la abrazaba y callaba. Se guardaba sus propios anhelos. Esta vez decidió hablar:

- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por darme un espacio en que soñar.
Ella sonrió.
- Yo no he hecho nada, ni podría. Tú eres quien debe darse el espacio para soñar.

El silencio habría regresado si no lo hubieran llenado un suspiro compartido y los latidos de sus corazones al recibir y acoger un sentimiento nuevo.

martes, 4 de diciembre de 2018

El erizo



Hoy ando contenta. A pesar de que hoy me he dado cuenta, una vez más, que he sido un erizo casi toda mi vida. Probablemente aún lo soy. Y el probablemente lo escribo sólo por hacerme un cariño, un mimo.

Me contaba una persona a la que quiero mucho que tiene un cuento que se llama “El erizo que daba abrazos”… y descubro que en eso me he convertido en este camino, ni corto ni exento de actividad sísmica, de autodescubrimiento. 

Aprendí a dar y recibir abrazos. Una vez un colega me dijo que soy una profesional del abrazo, que apetece quedarse en él. Otra vez, un joven desconocido se resistió a separarse aferrándose a mi abrazo, supongo yo que imaginando en mí a su madre.

Creo que sí soy buena abrazando, porque cuando lo hago lo siento, lo respiro, lo habito. Me lleno en un abrazo, me recargo en esa conexión que me recuerda que soy humana, soy persona y soy mujer, que estoy viva. No finjo ni necesito hacerlo. Hay algo que ocurre entre dos personas abrazándose que va más allá de las palabras, entrego y recibo a la vez como si un hilo con forma de infinito hiciera circular la energía entre ambos cuerpos.

Y, aunque dé ricos abrazos, soy un erizo. Un puto erizo. Aprendí a sentir intensamente, pero en secreto. Me engañé con discursos de libertad, de respeto al otro y a mí misma, de timidez, de la más castigadora de las insuficiencias… cualquiera que justificara mi silencio, y me encerré.

Haré caer mis barreras para dejar tocarme el alma. Lo declaré hace ya tres años. Ilusa, creí que con decirlo bastaba. Y era sólo el primer paso. A partir de ahí, lógicamente, lo primero era reconocer las barreras y empecé sin ser consciente que eso implica mirarme de frente, ser mi propio espejo, y observar mis movimientos. Mis movimientos de erizo.

El azar (¿será azar?) me fue confrontando con el pasado que dibujé y también con el que hubiera podido crear… si no hubiera callado. Me fue confrontando con algunas víctimas que fui dejando en el trayecto y revelándome a mí misma como víctima. Y con la estela de mi forma de vivir, de relacionarme.

Cuando me sentía entregada, insegura y tierna me percibían como distante, segura, dominando la situación. ¿Dominando? Cómo, si temía rasgarme por dentro en cualquier momento. Y seguramente por ese mismo miedo me disfrazaba de erizo. De puto erizo.

Ahora ya lo sé. Soy un erizo. Y debo aprender a no serlo, debo arrancarme el disfraz aunque ya esté pegado a la piel; aunque ya sea la piel.

Aquí dejo el primer jirón.

domingo, 2 de diciembre de 2018

Quizás mañana


Fotografía: Falsaria

- Quizás mañana
- Ya. Te duele la cabeza, ¿no?
- No, no es eso.
- Mira cómo estoy. No me dejes así.
- En serio, no puedo. No insistas.
- Venga, cariño. Sabes cuánto me gustas y cómo me pones…
- Ya sé. Ya sé. Cada cosa que hago emana una pulsión de sensualidad y bla, bla, bla
- Todo lo que te digo es verdad.
- Te creo. Mejor dicho, creo que así lo sientes, pero no me siento sensual. Ni bonita. Ya no…
- ¿De qué hablas?
- Me estoy poniendo mayor, gorda, flácida… No soporto verme desnuda.
- ¿Qué dices, tonta? Estás cómo siempre. No, mejor. Estás tan bella como siempre y más sabia.
- ¡Tú quedaste anclado al pasado! Y hace ya tantos años del pasado…  
- Venga, que hoy es tu cumpleaños. Celebrémoslo.

Las manos de Francisco eran más elocuentes que sus palabras. Ellas convencieron a Alicia. Mejor dicho, la derritieron. Y de nuevo, por un rato, ella volvió a sentirse bonita y sensual.