- ¿Y por qué elegiste ese colegio para tus hijos?
A María le sorprendió que Marcela le hablara. Habitualmente la ignoraba y ella lo agradecía. Asistía a esas cenas con los colegas de su marido por compromiso, e intentaba participar de las conversaciones de los hombres, porque le aburría escuchar las noticias sobre el último método de depilación, las rebajas de la boutique de moda o las novedades en tratamiento de belleza. No la consideraban parte del grupo y ése era el premio al esfuerzo que puso para lograrlo. Por eso le descolocó la pregunta de Marcela.
- Bueno… Porque nos gusta. Tiene una mirada europea de la educación, es multicultural, le dan importancia al arte y les enseñan a reflexionar… Y de mayores podrán elegir entre estudiar aquí o allá.
- Sí. Está bien, querida. Yo sólo lo decía porque… Parece que tiene buen nivel académico, sí, pero tiene fama de… Entiéndeme. Quiero decir que cuando regresaron todos los exiliados, ese colegio acogió a sus hijos… Bueno, ya sabes… Que al parecer es bastante… comunista.
Para pronunciar la última palabra bajó el volumen, al tiempo que ponía una mueca de asco y con la mano parecía sacudirse harina de la barbilla.
- ¡Ah, mira! No lo sabía. Una razón más para que me guste el colegio.
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Y sí, a María le gustaba el colegio de sus hijos, a pesar de que no lograba sentirse parte de esa comunidad, y le resultaba particularmente difícil participar en las reuniones de apoderados. Nunca hizo amistad con otros padres. A menudo sentía que sus hechos eran muy distintos al discurso que defendían.
Así que cuando llegó el día se entregó a la pereza, como demorando la llegada de la hora. A 20 minutos del inicio de la reunión, tomó una ducha rápida, se puso lo primero que encontró y salió corriendo hacia el colegio. Afortunadamente, vivía cerca, así que llegó con tiempo de sobra. ¿Afortunadamente?
- Mujer, ¿cómo vienes con el pelo mojado?
- Ah, es que acabo de ducharme y todavía es verano. Me gusta que se seque solo.
Era Titi. Coincidió con ella en varios cursos y siempre presidía la directiva. Sabía su nombre y reconocía su cara. Ésa era toda la relación entre ambas.
- ¿A esta hora? Es mala costumbre, se puede malinterpretar…
María no supo que responder, no entendió, y su rostro reflejaba su perplejidad. Una mujer joven que se presentó como “la mamá de Carolina Vial” interrumpió con el propósito de ayudarla.
- Mujer, ¿no la entiendes? Las duchas a esta hora tienen aroma de motel.