Fotografía: Vianne Olivier
El gato es siempre el primero en llegar. Cada tarde, cuando el Sol deja remolón sus últimos rayos del día, cuando empieza a refrescar y ya la boca no se seca. Es imprescindible para conversar. Y ellas conversan mucho. Y se ríen.
Llegan las cuatro y cada una tiene su silla, que cada una pintó aquella divertida noche de porros y vino. Todo había empezado por acompañar a Ángela, viuda desde pocas semanas antes. El vino lo habían llevado para animarla, la maría apareció hurgando en los recuerdos de Andrés, que siempre tenía para aliviar su dolor. Ya lo decía incluso antes de estar enfermo.
En memoria del finado, las cuatro se turnan para cuidar su huerto y se juntan cada tarde para rendirle homenaje. Cada una en su silla.