Me obligo a escribir y no quiero. O quiero escribir y no me lo permito. No lo sé.
Si me dejo ir hablaría la rabia, la decepción, a ratos furia que duele de tan contenida. E iracunda.
Si me dejo ir hablaría la soledad, este espacio vacío y yermo, este abismo en el que me precipito y que sería un gélido infierno sin el ronroneo de Lucas.
Si me dejo ir hablaría la inseguridad, ésa que a ratos se viste de miedo, a ratos de tristeza, a ratos de resistente que dinamita mis cimientos y mis sueños, y me deja a la intemperie.
Si me dejo ir hablarían las heridas, y el dolor, y la miseria, y este desasosiego que me grita lo que no quiero escuchar. Y yo quiero escribir algo bello.
Me obligo a escribir porque no quiero terminar el año sintiéndome tan tonta. Tampoco sin despedirme de este 2019 tan tenso, tan disruptivo, tan destructor.
Quiero escribir (y no me lo permito) para poner fin a todo lo que me hiere, para legislar mis límites, para que se disipe esta sombra que sigue conmigo,… Y para empezar con buen pie el 2020.
Me obligo a escribir, quiero escribir… y no puedo.
No quiero. O no me lo permito.
¡Feliz 2020 a tod@s!