- ¿¡Qué dices!?
- Que cortes aquí.
María insiste mientras ofrece su brazo a Ignacio. Él, inmóvil, tiene miedo en los ojos, y por primera vez un reflejo de compasión aparece en ellos.
- Toma. Corta sin miedo.
María pone un cuchillo en la mano de Ignacio y guía sus movimientos hasta hacerse un tajo en el brazo.
- ¿Ves? Ya no sangra.
Ignacio observa atónito esa herida limpia, sin una gota de sangre, sin poder reaccionar. Una lágrima recorre su rostro.
- No llores. Es perfecto. Ya me mataste. Podemos seguir juntos y tú puedes seguir siendo el mismo. Ya no duele.