El cemento que sella su tumba está todavía fresco y yo ya estoy guardando sus cosas en cajas para entregarlas a la beneficencia. No me genera ninguna emoción, no me siento mal hijo por ello. Además, tengo poco tiempo. Esta noche debo regresar a mi ciudad para reincorporarme mañana al trabajo. Sólo pedí un día, y porque alguien tenía que venir a hacerse cargo y firmar los papeles para que pudieran enterrarlo.
La ceremonia, por llamarlo de algún modo, fue breve. No lo fue más, porque cuando iban a introducir el ataúd vi llegar el auto de Patricia. Les pedí a los operarios del cementerio que esperasen a que llegara.
- Viniste.
- Ya ves… Pero no te equivoques. Sólo quiero asegurarme de que queda bajo tierra.
No me sorprendió. Papá siempre fue un cabrón. Sobre todo con mamá y Patricia. Son las que más sufrieron su mal carácter, sus ataques de ira, sus ausencias y sus exigencias. Supongo que yo mismo me alegro de que se haya muerto. Cuando recibí la llamada suspiré profundamente y no pude acallar un ¡por fin! Ella necesitaba desde hace mucho tiempo cerrar este capítulo para poder seguir creciendo, para poder ser. La sombra de él siempre la atenazó y la frenó.
En cuanto vio cómo comenzaban a sellar la lápida, me besó sobriamente en la mejilla y se despidió:
- Raúl, ven a verme pronto, pero no me hables de él. Sólo te pido que vendas la casa, que salga de nuestra familia y cierre cualquier posibilidad de regresar a ella. Con lo que hay dentro, haz lo que quieras. Pero, por favor, libérame de todo esto pronto.
No creo que haya nada aprovechable. Los objetos de valor los fue vendiendo, su ropa tiene varios años y sus papeles no son más que expedientes de antiguos clientes, documentos sin ningún valor y cuadernos con anotaciones. Habrá que quemarlos todos, aunque tal vez me guarde esos textos. Veré qué decido, porque no creo que tenga el tiempo de clasificarlos. Papá era muy desordenado.
Por eso cuando entré en su despacho, que dejé para el final, me sorprendió encontrar la mesa libre de papeles y adornos. Sólo una pequeña caja de cartón con mi nombre escrito. En su interior, su viejo reloj, el que compró con el primer dinero que ganó tras emigrar adolescente a Montevideo. Siempre contaba que lo hizo porque tenía una vida por delante; todo el tiempo del mundo, y quería controlarlo. Al tomarlo vi el papel, pequeño, sucio, torpemente recortado de un cuaderno viejo.
“Hijo:
Cuando te miraba, me asustaba por lo mucho que te pareces a mí. Preferiría, por tu bien, que no fuera así.
Te dejo lo único con valor que conservo, para que tengas siempre presente que el tiempo corre, sobre todo cuando nos equivocamos. No lo pierdas”.
Dos semanas después
Patricia lo esperaba radiante, más guapa que nunca, más ligera. Lo abrazó, lo besó y lo achuchó como cuando eran pequeños. Y lo tomó de la mano para llevarlo al interior de la casa. Fue cuando se fijó. No pudo disimularlo su rostro y tampoco su cuerpo. Se encogió y se apagó. Y se lamentó.
- Llevas puesto su reloj. Lo trajiste a mi casa.
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No es bueno sentir tanto odio. Seguro que algo bueno tendría.
ResponderEliminarEs lo que creo.
Es un relato muy bien construído. Te admiro por ello.
Y te abrazo.
Aunque los objetos nos traen recuerdos, no tienen alma.
ResponderEliminarPero bueno, cada uno es libre para odiar.
Brillante.
ResponderEliminarY profundo.
Brillante.
ser familia como dice mi sobrina, con mucha alegría, no es siempre bueno, aunque en tu historia, el padre al menos, le dio un buen consejo :)
ResponderEliminarbuen fin de semana :))
Hay cosas que se entierran para enterrar con ellas el resentimiento.Sin embargo, hay cosas que quedan allí para recordarnos lo que quisimos o al menos, intentamos ser.
ResponderEliminarConservo un reloj de mi padre, no es el de oro que casi no usó, sino el del día a día, en el que escurrió su sudor y se posó su vista, en el que consultó su vida y el que quedó allí, indefenso en su mesita de noche. A veces, lo tomo sólo para olerlo...pero ya no huele a él...ya sólo huele a metal.
Un besito.
El que no sabe ganarse el cariño de vivo, tampoco lo merece de muerto.
ResponderEliminarImpresionante y duro relato.
Me gustó.
Besos.
Cuestión de resentimiento social. Esto sucede cuando las personas valoran sólo una de las partes y no conocen la más importante que es la alegría y la felicidad. Prefieren el odio, la tristeza, las cumbres borrascosas, etc...
ResponderEliminarRelato con buena estructura, cadencia y profundad.
Biquiños...
El que dijo que el tiempo lo cura todo, seguro que no tenía reloj...
ResponderEliminar(yo guardo el reloj que usaba mi padre)
besos
Para bien o para mal siempre llevaremos algo de nuestros padres con nosotros.
ResponderEliminarMuchas cosas que me molestaban de mi viejo (como el que no pudiera dormir si hab{ia alguna luz encendida en la casa) ahora las veo en mi, pero creo que el balance es ampliamente positivo, aunque al menos ese es mi caso.
Un abrazo.
Resentimiento extremo.
ResponderEliminarTu relato impresionant.
Cómo me gusta tu estilo.
Besos
Desde la piscina te saludan tus compañeras, quienes tuvieron el placer de escuchar este relato en vivo esta mañana.
ResponderEliminarBesitos, Vicky y Ely
Amiga, un texto de lujo con una buenísima reflexión "el tiempo corre, sobre todo cuando nos equivocamos". Y al final, también se equivocó Raúl llevando el reloj a casa de Patricia. La equivocación no sería tan terrible si existiese el perdón, pero a veces nos equivocamos con mala fe, y esa tiene poca remisión.
ResponderEliminarMuchos besitossss
el tiempo nos acecha.
ResponderEliminar.
el reloj es un instrumento diabólico porque sobrevive al tiempo.
ResponderEliminarBicos, hrmanita
Ese reloj lleva el muerto a todas partes.
ResponderEliminarBesos.
Los objetos cargan con historias. Seguramente, lo que sufrió no le permite ver aún las cosas con menos dolor y odio.
ResponderEliminarEl tiempo aplacará esas sensaciones, todos llevamos dentro lo que el tiempo nos hará entender algo más.
Qué bien escribes, Alís.
Un abrazo.
Es que hay ausencias que ni siquiera matará el tiempo por mucho que intentemos desligarnos de él.
ResponderEliminarBesos, Alís.
Un solo símbolo nos recuerda un regimen. El otro día vi una foto de un chico negro con una camiseta de la cruz gamada. Uno puede vivir toda su vida como un idiota. Uno puede ignorar ciertas cosas cuando no las vivió, uno puede ignorarlo todo y no saber que significan, pero cuando ha sufrido las consecuencias, es otra cosa. Qué le digan a un judio que se ponga ante una Heráldica ¿no?.
ResponderEliminarEl reloj que mide el tiempo, símbolo de un padre tirano, redunda en el recuerdo de un tiempo vivido en una vida desgraciada, de padecimientos, de desilusión, de desencanto, de humillación, de dolor. ¿Por qué habríamos de perdonar a quién no nos dio ninguna oportunidad? La infancia es la patria del hombre decía Rilke y nadie tiene derecho a arrebatarnos eso.
La compasión del hijo y de su hermano puede ser lícita para él, pero no para ella. Cualquier recuerdo es una regresión en el tiempo, a un pasado que es necesio olvidar, que es necesario enterrar.
Impresionante relato. Te felicito Alis.
Muchos besos
Hai legados que non se poden aceptar a beneficio de inventario. Tocan e tocan. Sábeo quen lega e sábeo o legatario...
ResponderEliminarBicos no tempo que fuxe
En este tipo de historias, la muerte no es el final. El recuerdo permanecerá durante mucho tiempo, como una sombra sobre los protagonistas.
ResponderEliminarDecididamente, no debió ponerse el reloj maldito. Todas las posesiones y recuerdos del personaje está malditos, hay que conjurarlos.
A pesar de la distancia y la diferencia, el desencuentro tiene como punto de encuentro el tiempo, el futuro siempre es una memoria del presente.
ResponderEliminarMi beso.
Alís...
ResponderEliminarSiento que relataste parte de mi historia sin saberla.
Pero en mi caso no hay odio, ni resentimiento... solo malos recuerdos imposibles de enterrar..
Podra enterrarse un cuerpo, podra quedarse ese reloj como recuerdo eterno, pero lo que se vivió jamas se entierra!!!
Jamas... al menos no puedo olvidarme algunas cosas que aún hoy me duelen!!!
Besos desde mi alma a la tuya como siempre!!!
Un estupendo texto lleno de amargura y, ahí suspendido, com sin querer, una caricia de ternura.
ResponderEliminarBiquiños
¿No te da vergüenza?
ResponderEliminarPor tu culpa se me han pasado los grelos.
Me has hecho perder la noción del tiempo (No es broma).
Te sientes identificado aunque la historia no coincida. Después de leer los comentarios anteriores, veo que has tocado el corazón de todos nosotros, aunque nuestros padres hayan sido muy distintos.
Del mío guardo, naturalmente, su reloj, y un ¡Detente!, que siempre llevo conmigo.
Nunca hay que subestimar el valor de un reloj..
ResponderEliminarBesos
Uno nunca muere del todo, siempre quedan sus huellas en algún lado y perduran a través del tiempo.
ResponderEliminarBicos.
y es que a veces el tiempo corre demasiado deprisa, y otras veces demasiado despacio. Tic-tac-tic-tac. Y la muerte llega de igual modo.
ResponderEliminarMuy buen texto. Me ha gustado esa pena que transmite del hombre que sabe que se equivoca, que lo está haciendo mal, que se ha ganado ya el desprecio de sus hijos pero que no sabe cómo arreglarlo, cómo volver al principio
ResponderEliminarMe ha enganchado desde el principio, un relato estupendo y que refleja la realidad de tantas familias, el daño queda para siempre y algunos no pueden olvidarlo pero hay que saber perdonar aunque sea duro...mi padre vivió una situación similar, pero nunca dejó de querer a su madre aunque le hizo un daño profundo...al final se apiadó de ella...besos e insisto como siempre ¡que bien escribes!
ResponderEliminarUn relato de los que me gustan:
ResponderEliminarBreve,
bien escrito,
que engancha,
y con final sorprendente.
Te felicito.
Mui boa historia e agardemos que o reloxio non teña o demo co el.
ResponderEliminarXa me explicarás por que che arrinquei un sorriso contando a miña nova.
yo creo que más bien vuela
ResponderEliminar¿Soy la única que se ha fijado en que esto era una historia de engaños y traición de la que se entera hasta el muerto...?
ResponderEliminarHoy estoy espesa, me temo.
Qué tristeza el morir
ResponderEliminarsin inspirar ni una
muestra de ternura.
Alís cada día me
sorprendes con lo
bien que tejes
tus relatos.
Un montón de besos
Muy bueno.Me encantó. Hace poco leí un cuento que también comenzaba con un entierro en el que todos respiraban aliviados cuando empezó a caer la tierra.
ResponderEliminarUn abrazo
Lin un comentario teu por aí que me deixou a pensar sospeitosamente en cómputo de semanas...
ResponderEliminarLo peor que le puede pasar a un padre: que sus hijos se alegren de su muerte. Terrible.
ResponderEliminarHay seres que jamás deberían ser padres, por su crueldad o mala fé.
ResponderEliminarPero a veces es imposible evitar recordarlos aunque sólo se para no terminar convirtiendonos en lo que tanto odiamos.
Un besazo.
Y menos mal que el tiempo pasa...
ResponderEliminarUna historia con mucho resentimiento y dolor a las espaldas.
ResponderEliminarMe ha gustado tu estilo.
Yo veo ahí una última conversación padre-hijo. Una reconciliación con cierto desfase temporal. El padre ve la luz, aunque sea en los últimos instantes, y deja constancia en la nota. Y el hijo acepta esa especie de disculpa y, como muestra de ello, lleva el reloj. Que se lo merezca el padre o no... quién sabe. La cuestión es que el perdón sale del corazón, sea lógico o no lo sea. Y tal vez si Patricia hubiera recibido un presente así hubiera reaccionado igual, a pesar de haber recibido un maltrato mayor.
ResponderEliminarEso sí: espero que el hijo, habiendo tenido el mal ejemplo del padre y con esa nota de despedida, cuando mire al reloj pueda evitar ser realmente como fue su padre.
No se que pasó con Patricia, pero tuvo que ser tremendo...
ResponderEliminarBesos asustados
:(
ResponderEliminarQue fuerte y triste....no por eso menos real....no lo dudo.
Un abrazo con todo mi cariño para ti.
mar
Xa que me animaches co dos relatos breves, que só escribín catro ou cinco, queríache ensinar o primeiro que fixen, o ano pasado, ainda en español
ResponderEliminarhttp://zeltia.zoomblog.com/archivo/2008/06/16/de-color-lila.html
para cando teñas tempo.
A verdade e que contesteiche isto alí no meu blog, pero como igual xa non pasas outra vez polos coments, tráocho aquí.
E moitas grazas por animarme!
Buen relato, Alis. Es difícil zafarse del pasado, es como el papel que se te pega al zapato y del que intentas desembarazarte sin éxito.
ResponderEliminarEl tiempo corre. Me gusta cómo simboliza el fracaso por hacerse con el control del mismo.
Un beso.
Brillante, ya lo ha dicho Elena. Y Elena es sabia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. De verdá.
Gracias por esto.
Vendré de vez en cuando a verte ,cuando la polineuropatía me dé un respiro,mientras tanto dame un abrazo sin apretar y un besazo enormeeeeeeeeeeee.
ResponderEliminarGracias y ya me contarás.
un relato genial y demasiado real para muchas personas.
ResponderEliminarbiquiños,