Alicia permanecía
largas horas sentada en la destartalada mecedora que había heredado de su
abuela, con la mirada perdida al otro lado de la ventana, sin moverse apenas,
como si fuera una muñeca rota
abandonada en un viejo mueble. Se sabía diferente a los demás, pero también
sabía que no hay dos personas iguales. Por eso no comprendía por qué debía
soportar el desprecio ajeno. Hastiada de tanto desdén, se aisló del mundo en su
cuarto y optó por otra vida, la que creaba su imaginación cuando los demás
creían que simplemente estaba ida.
Octavio pasaba
todas las tardes por esa calle después de salir del taller donde se esmeraba
como aprendiz de carpintero. Aunque su maestro lo mantenía simplemente para que
hiciera los recados más fáciles porque decía que “el payaso del pueblo jamás podrá aprender el oficio”, Octavio andaba
siempre con un lápiz en la oreja.
Opinaba que así se veía “más profesional”.
Alicia y Octavio
compartían un instante todas las tardes, cuando él pasaba por delante de su ventana.
Tenían en común el conocer en carne propia el desprecio de los demás, el
haberse creado un mundo interior fértil en el que la felicidad aún era posible
y el haber aprendido a vivir ignorando el criterio de otros.
Una tarde de verano
Octavio se detuvo ante la ventana de Alicia, apartó la cortina de encaje blanco
que mecía la brisa tibia y le ofreció una maceta
con una margarita.
- Me gustaría,
señorita, que cuidara esta flor para mantenerme en su recuerdo. Si prefiere,
puede deshojarla, pero ya le anuncio que le dirá que sí la quiero. La amo desde
la primera vez que vi el cielo en sus bellos ojos.
Octavio es un fuera de serie.
ResponderEliminarDeberían erigirle una estatua.
Besos.
Díle a Octavio que saque a Alicia a darse un garbeo por ahí. ;)
ResponderEliminarbss
Qué genial Octavio!
ResponderEliminarMe ha encantado, feliz de encontrar tus relatos.
Besos
Muy bueno. Me encantan tus relatos. Un saludo.
ResponderEliminarMuy bien por Octavio. Me hizo recordar a Romeo y Julieta sin escalera...
ResponderEliminarabrazo
La situación me produce mucho desasosiego. Que en parte alivia lo que dice Lucrecia Borgia.
ResponderEliminarBesos
Y Alicia se comió la margarita y le dijo: está dentro de mí... y vos, ¿querés? :)
ResponderEliminarBss
Toro Salvaje: Quién sabe? Quizá acabe teniendo su estatua. Besos.
ResponderEliminarClaudia: Estoy casi segura de que lo hará. Besos.
Milena: Sí, tiene un optimismo envidiable. Gracias y bienvenida. Un beso.
Maruja: Muchas gracias. Un abrazo.
Lucrecia Borgia: No hacía falta escalera. La ventana de Alicia está al nivel de la calle. Un abrazo.
ResponderEliminarAntonio Misas: Lamento el desasosiego, aunque me alegra que haga sentir algo. Besos.
De barro y luz: Seguro que adivinas la respuesta de Octavio a esa pregunta. Besos.
Octavio era
ResponderEliminarun poeta enamorado.
Alicia tiene suerte.
Un beso
Tal para cual, entonces.
ResponderEliminarQue la margarita florezca y los haga felices.
Besos, Alís
Me encantó, el texto es de una belleza increíble.
ResponderEliminarPartes haciendo una serie de conjeturas y terminas dandote cuenta que lo bello es a veces lo más simple.
Espero que sea parte del primer capítulo de lo que hablamos por face días atrás.
Un abrazo.
Marisa: Sí, creo que Octavio resultó un ser encantador. Bicos
ResponderEliminarVirgi: Creo que sí se complementan. Besos.
Luis: Gracias. No sé si llegue a ser algo tan largo como me gustaría, pero sí volverán por aquí. Un abrazo.
Octavio y Alicia bien se merecían dejar de deshojar tanta margarita por separado...
ResponderEliminarBesos, Alís.
La Zarzamora: Debían encontrarse. Era inevitable. Un beso grande.
ResponderEliminar¡que personajes tan tiernos y espontáneos!
ResponderEliminartienen un corazón transparente y eso, a mucha gente, le escuece.
biquiños,
Aldabra: Es cierto, la espontaneidad no está muy bien vista. Bicos
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