Diego era un buen tipo, pero tenía algunas debilidades: le encantaban los buenos culos y le apasionaba todo lo paranormal. Yanina tenía mucho de lo uno y de lo otro.
Cuando Diego recibió una foto del trasero de Yanina, no pudo resistirse. Y a ella le bastó enviar esa imagen para atraer al joven a su mundo de energías oscuras.
Viendo que caía en una trampa, él intentó evitarlo recurriendo a su otra debilidad: el alcohol. Ésa fue su perdición y el plan que había trazado Yanina. Diego bebió y bebió hasta caer en lo que la bruja deseaba: un coma etílico del que nunca despertó. Lo hizo en su lugar un ente demoníaco que, ocupando su cuerpo, empezó a destruir todo lo que él amaba: sus estudios, su pareja, su trabajo, su familia...
Y mientras la vida de Diego se desmoronaba, los glúteos de Yanina se volvían cada vez más firmes. Ella, orgullosa, fotografiaba sus nalgas y sonreía. "Este culo es un buen pago por una pobre alma", pensaba.