Primero fue salir a
correr (aunque correr, corría poco). Largos paseos, más largos en el tiempo que
en el espacio, que le distanciaban por un rato de todo lo que lo ahogaba. Más
bien, le permitían sentir cómo respiraba, pues generalmente no era ni
consciente de hacerlo.
Al principio la
familia lo esperaba. Cambiaron la misa de 10 por la de 11. Luego por la de 12,
por la de la una y un día tuvieron que ir a la de tarde. Porque él no llegó
hasta la hora de la comida. Le costó, pero aguantó. Y la familia decidió que
allá él, si no quiere rezar que no rece, pero luego que no se queje.
Conquistada la
mañana del domingo, comenzó a acortar los paseos. Se convirtió en normal salir
a desayunar afuera. Compraba el periódico en el quiosco de la esquina (le
gustaba ver que escribían su nombre a uno reservándoselo aunque siempre llegase
temprano) y después encontraba libre siempre la misma mesa en la churrería de
al lado. “Aquí está su chocolate mediano y sus tres churritos, don Manu”. Era Servando,
el camarero, que colocaba sobre la mesa el pedido habitual mientras él se
sentaba.
Luego veía por el
ventanal cómo la familia pasaba por la esquina en dirección a la iglesia. Se
levantaba, dejaba sobre el mostrador el precio de siempre con la propina de
siempre y se iba a casa.
Mientras toda la
familia estaba en misa, él se conectaba a Internet, curioseaba por aquí y por
allá, coqueteaba con jóvenes y no tan jóvenes… fantaseaba más bien, sin
intención de ir más allá. Al menos, sin valor. Pero el aire de libertad que
respiraba le bastaba para otra semana.
Y, con suerte, se
acercaba un festivo.
Tantas mentiras disfrazas de amor...
ResponderEliminarEn el matrimonio y en internet.
Besos.
ResponderEliminarSi bien tiene sabores que desconozco, algo hay en este plato cuyo regusto, al final, creo reconocer, Alis.
Yo me entiendo
Un beso ( + tres )
Creo que ese "aire de libertad" es justo y necesario.... El como se consigue, es para hablar largo y tendido... Besitos y cariños.
ResponderEliminar1. cada cual en su casa y Dios en la de todos.
ResponderEliminar2. Cambiar ostras por champagne, como misas por repique de campanas, aboca a idéntica única conclusión:
3. Al fin, ¡viva la libertad bajo control!
4. No cabe más
Un abrazo
No lo termino de entender
ResponderEliminarquizá estoy espeso
será este calor de Madrid
que no deja respirar bien
a mi única neurona.
Un abrazo fuerte.
Tal vez esté equivocada pero creo sentir en el personaje, un ser que huye de todo, un hombre deprimido que cada día se aísla más del entorno donde vive. Conozco uno y sufre por intentar estar a la par del resto y, no sé si pueda lograrlo.
ResponderEliminarBesitos y abrazos Alis.
Agora entendo aquela expresión de "e cando será domingo para ir á misa..."
ResponderEliminarBicos de diario
Un pedazo de libertad bien conquistada y que haga lo que le parezca.
ResponderEliminarBesos, Alís, ya voy regresando.
Las pequeñas rutinas van transformando las grandes. Buen relato Alis, casi que me siento identificado.
ResponderEliminarLas apariencias casi siempre engañan. Esas dobles vidas...
ResponderEliminarOye, se te echa de menos.
Rediós, tienes más enlaces que estrellas hay en el firmamento.
ResponderEliminarUn abrazo grande querida Alis.
ResponderEliminarBesos
mar
¿Por dónde andas?
ResponderEliminarEspero que bien, besitos.
Tenemos que conseguir en cada día un ratito de domingo.
ResponderEliminarToro Salvaje: En el matrimonio, en internet y en todas partes. Mentiras sobran. Besos.
ResponderEliminarJuncal: Diferentes platos pueden compartir algunos sabores. Sólo podemos reconocer lo que ya conocemos y eso es lo primero que nos llega cuando probamos algo nuevo. Yo también me entiendo (a menudo). Un beso grande.
Idana: Sí, creo que el problema está en cómo se consigue. Aunque cada cual hace lo que sabe y puede ¿no? Besitos
PMPilar: Me gustó eso de "cambiar misas por repique de campanas". Probablemente defina bien la historia. Bienvenida.
ResponderEliminarCielo: Cada vez tengo más claro que un relato dice exactamente lo que el lector entiende. Si no lo entiendes, tal vez no tenga nada que decirte. No pasa nada, así que no vayas a reñir a tu única neurona por ello. ;-) Un abrazo.
Taty Cascada: No se puede estar a la par de todos los demás. Intentarlo sólo puede traer insatisfacción. Besitos.
Chousa: Pois tes razón. Aquí sería cándo será domingo para que vaiades á misa... Bicosss
ResponderEliminarVirgi: Lo de bien o mal conquistada no es más que un juicio, pero si le ayuda a vivir, seguramente esté bien. Un beso grande.
Eduardo Mancilla: No imaginas qué regalo fue para mí eso de que las pequeñas rutinas van transformando las grandes. Creo que esa frase llegó en un momento muy oportuno. Gracias. Un abrazo.
Rita: Supongo que por eso son apariencias, si no serían realidades ¿no? Gracias. Me cuesta mantenerme al día en este mundo blog, pero pronto terminaré mi curso y podré retornar a cierta normalidad. Gracias por echarme de menos. Besos.
ResponderEliminarCabronidas Cazarnoso: Fíjate bien, verás que hay muchas más estrellas en el firmamento. Bienvenido.
Mar: Un abrazo enorme también para ti, Mar. Gracias por estar presente.
Virgi: Gracias por tu preocupación. Estoy bien, pero muy ocupada con un curso que pronto terminaré. Eso y mis hijas me dejan poco tiempo para el blog y menos para leeros. Ansío retomar pronto mi tiempo para hacerlo. Besos.
ResponderEliminarBubo: No sé si eso, o tomarle el gusto a los lunes, martes... Cada día puede tener su propio regalo. Un abrazo
Otro más que sobrevive gracias al autoengaño...
ResponderEliminarY en el fondo... mejor que no vaya a misa, al menos en eso, no peca.
Besazo, Alís.
Muy bueno el relato.
A veces es más cómodo autoengañarse (o creérselo) que reconocer los verdaderos sentimientos. Gracias, Eva. Un beso grande
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