Ilustración: "Gabinete antropomórfico", de Salvador Dalí
Se acerca diciembre, mi mes más jodido. Aunque todos lo son. También todos son buenos, a veces. Tal vez es que me vuelvo egocéntrica en diciembre, pero me cuesta imaginar historias. El alma (o lo que sea) inicia su temporada de náuseas y necesita vomitar emociones. Como si se hubieran atragantado en el estómago e impidieran digerir la vida.
Es presente, es pasado y es futuro. Es todo. Todo se agolpa, como si fuera cayendo a lo largo del año para amontonarse al final. Ahí, justo ahí aumenta el peso coincidiendo con el momento de arrancarle otra hoja a mi calendario personal.
Lo peor de diciembre es que me encuentro demasiadas veces conmigo misma. Y claro, es como mirarte demasiado al espejo… que acabas por verte todo. Para redondearlo, las circunstancias y otros bichos me convirtieron en un ser con una autocrítica feroz y un nivel de autoexigencia inalcanzable. De mis autoencuentros siempre salgo mal parada.
Se acerca diciembre, mi mes más jodido. Si me veis vomitando mis penas y mis frustraciones no penséis que bebí demasiado. No. Tragué demasiado. Y todo exceso se paga.
Tenedme paciencia.
.