La idea del viaje fue de Marcela. Desde que Amanda llegó a su casa su vida dio un vuelco. Estaba más descansada, porque la joven le ayudaba a cuidar a su marido y porque por fin, después de varios años, tenía con quien conversar. Pero también se sentía cada vez más extraña en su propio hogar. Armando refunfuñaba cuando era ella quien lo atendía. Ya se había acostumbrado a verlo ausente, pero ahora tenía que soportarlo huraño con ella. Y le dolía.
Con Amanda él tenía un comportamiento muy diferente. Se ponía alegre, incluso coqueto, como un niño cuando se encuentra con esa compañera que tanto le gusta. Cuando ella se despistaba cerca de él, aprovechaba para pellizcarle una nalga o abrazarse fuerte a su cintura, mientras repetía una y otra vez: “Amalia… Amalia… Ay, Amalia…”.
Aunque las circunstancias podrían hacer pensar lo contrario, las dos mujeres congeniaron muy bien y alargaban las noches conversando hasta las tantas. Amanda le contaba cómo había crecido idealizando a su padre a través de lo que le contaba Amalia, su madre; cómo desde que empezó a trabajar de adolescente empezó a ahorrar todo lo que podía para algún día viajar para conocerlo. Marcela, por su parte, hablaba del dolor de no haber tenido hijos, y del cariño y complicidad que la había mantenido tantos años al lado de Armando, a pesar de que él siempre soñaba con volver a su pueblo.
Cuando el doctor les informó que Armando padecía Alzheimer, Marcela empezó a tejer en su mente la idea de viajar con su marido, de acompañarlo a su país antes de que fuera demasiado tarde. Pero la enfermedad fue muy agresiva, avanzó más rápido de lo que esperaban y ella aparcó su proyecto.
“Ahora es diferente. Tu llegada es un mensaje”, le dijo Marcela a Amanda la noche que le comunicó su decisión mostrándole tres pasajes de barco. “No sé si Armando será consciente, pero no moriré tranquila sin llevarlo de vuelta a su tierra. Y éste es el momento de hacerlo”.
Cuando el barco zarpó, los tres estaban en la popa observando cómo se alejaban del puerto. El rostro de Armando era tranquilo, casi sonriente. Ninguna de las dos mujeres sabía si tenía conciencia del viaje que iniciaban. Pero Armando tomó la mano de Marcela, la besó y dijo: “Gracias”.
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Me emocioné con tu texto.
ResponderEliminarUno de los nombres de mujer es mi segundo nombre.
Me sentí muy identificada.
Gracias
Me devoré los tres relatos de un saque. Y espero la continuación. Ansiosa. :-)
ResponderEliminarBarco zarpando.
ResponderEliminarPañuelo saludando.
Letras ahogadas !
Un beso
Me llegó muy adentro este relato en tres entregas. Hace poco falleció un querido vecino, galego, con Alzheimer, nunca dejó de recordar su amado Orense, nunca pudo ser feliz aquí, su corazón se quedó del otro lado del mar.
ResponderEliminarUn abrazo grande
El relato esta increíble. Sin exagerar supongo que trabajándolo un poco da para una gran novela. De hecho encuentro super interesante lo que está ocurriendo en el mundo interior de Marcela, debe haber una mezcla de amor y ciertos celos. Muy potente historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Dime que aun tienes mas de esto?, esta historia me aloca el corazon :)
ResponderEliminar...como si el barco hubiese recogido a estos tres náufragos. Y al fin una hija para los dos y un padre para ella---(to be continued) :)
ResponderEliminarHermoso, hermanita!!!!
Para mí que Marcela va a escaparse.
ResponderEliminarBesos.
Un horizonte...
ResponderEliminarSí, un horizonte.
Hola, Alis, después de todo ya echaba yo de menos tus textos. Espero la continuación. Un beso.
ResponderEliminarRampy
Esos estados de espontánea conscienciaen ellos me descentran, sensibilizan, y hacen sufrir.
ResponderEliminarUn beso.
Pues yo lo habría tirado al mar, así, sin más.
ResponderEliminargracias dice...
ResponderEliminarahora??
A ver Marcela qué hace cuando lleguen a tierra.
Una historia que engancha.
ResponderEliminarEspero que haya más.........
Besos...........Leo
Qué bonito Alís, parece imposible pero me sorprendes más con cada nueva entrega de esta serie.
ResponderEliminarUn beso.
Esa maldita enfermedad que, de vez en cuando, desprende miradas de reconocimiento y anhelo y...
ResponderEliminarMe he emocionado con estos tres protagonistas en los que parece que el círculo se cierre.
Bicos
Toda la ternura y la dureza de esa enfermedad. Bien hecho, Alís.
ResponderEliminarAlis, te felicito, creo que ésta entrada ha sido el cuento que más me ha emocionado...Esa enfermedad que atrapa las conciencias y las desarma y rearma a su antojo, es lo peor que nos puede ocurrir...Creo que tienes preparado un desenlace interesante, los cuatro personajes están casi frente a frente, y me temo que uno puede quedar herido.
ResponderEliminarUn beso.
Al final vas a a conseguir que se me caiga la lagrimilla. Mira que ya te vale, eh! Pues nada si hay que soltarla...
ResponderEliminarMuy buena la historia, cada vez mejor. Enhorabuena.
Mordiscos
AQUI ME QUEDO.
ResponderEliminarClaro que tenía consciencia...el recuerdo en los hombres es directamente proporcional a las cosas que quieren o no ocultar. Nunca creas en hombres olvidadizos, ésos son precisamente los inteligentes.
ResponderEliminarEl relato muy bonito, tengo tantas nostalgias de mi viejo desde que lo perdi, que todo lo que lleve un padre por alguna parte, termina calándome hondo.
Un besito, mi Alís.
Alís,uno de los relatos ,que más me han gustado...muy emotivo.
ResponderEliminarBesos.
¡¡¡¡Lo sabíaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
ResponderEliminarSabes que soy un poquito bruja.
Dile a Lucía que la quiero.
Besos a tu alma
Alís, cuando te animas por la novela? me has dejado enganchada con este relato en 3 partes... hay 4? un beso
ResponderEliminarPara él, Amanda es Amalia,
ResponderEliminarasí, tal cual la dejó. Como si el tiempo solamente hubiera corrido por sus venas. Y no va a aceptar otra cosa. En su deterioro no hay lógicas.
Y hablando de lógicas... me pregunto si Marcela hubiese aceptado ese viaje con un marido sano.
En este caso la compasión se hizo más fácil ...
Un beso.
No creía que el relato pudiera continuar, visto el final de la segunda parte, pero es cierto: continua, y para bien. O para muy bien
ResponderEliminarLo de Marcela es amor y del bueno :-)
ResponderEliminarViejo picarón, ya veremos en qué acaba todo ésto. Si Marcela lo permitirá o qué.
ResponderEliminarLa cosa promete.
Te felicito por esta aventura que has emprendido.
Maravilloso Alis. Como siempre.
ResponderEliminarLa historia me tiene enganchado.
Besos bellos
Tan bien relatado que me ví subida en el barco...hasta sujetando esa mano.
ResponderEliminarMagnifico Alís.
Otro :)
Un alma, aunque no se pueda comunicar, siempre será un alma.
ResponderEliminarBesos.
D.L.
Esto huele a novela negra.
ResponderEliminarCasi estoy viendo a las 2 tirando por la borda al pobre Armando.
Motivos no les falta.
Intrigado quedo por el desenlace.
Besos.
Alís, me tienes totalmente enganchada e intrigada. No imagino el final que tienes previsto, eres capaz de sorprender siempre. Me encanta...
ResponderEliminarBesitos
Fascinante y fascinada. Realmente consigues crear el clima necesario para necesitar más y más.
ResponderEliminarSabes que soy fan incondicional de tus relatos, pero este me tiene "enganchada".
Un beso muy fuerte
Creo que es lo más bello que puedes decirle a alguien, ¿no? Más allá de un "Te amo" (que significa un mundo, of course). Darle las gracias a alguien es maravilloso.
ResponderEliminarUn abrazo inmenso. Y GRACIAS por existir :)
Muy lindo, pero nos tenés en ascuas. ¿Cómo sigue?; ¿es el disparador de un texto más extenso?
ResponderEliminarBeso grande
Al final una sonrisa...a evces eso te trae el tiempo.
ResponderEliminarbesos
Pueda que en los recovecos
ResponderEliminarde la mente aún sin explorar se halle algún departamento
que guarde algo, tan impregnado fuertemente que nunca se vaya del todo.
Me ha tocado el corazón,
mi padre padeció Alzheimer.
Una historia contada con tanta ternura que emociona.
Biquiños Alís
O absoluto descoñecemento sobre esa tremenda enfermedade, permite albergar nesta historia unha elevada dose de confianza, no senso de que en algunha parte do entramado neuronal de todos os Armandos haxa sempre unha raioliña de lembranza que provoca esas respostas atinadas.
ResponderEliminarQuero pensalo así.
Creo que nunca se pierde parte de la conciencia!
ResponderEliminarDebe haber un momento en que se aclaran esos pensamientos a traves de los sentimientos!
Esta hitoria lo demuestra, tu historia lo demuestra!
Cuanto amor en esas mujeres, cuanto!!!
Bss Alís.
Te sigo!
Gracias: la de palabras que se pueden decir con una sola, la de sentimientos que encierra.
ResponderEliminarMe he leido las tres partes de este precioso relato y, por supuesto, espero la continuación.
Bicos!!!
Me has emocionado...
ResponderEliminarNo me salen más palabras ahora...
besos
Muy emotivo, bello relato.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Una historia por entregas que, después de tanto tiempo sin bloguear, cre que voy a tener de una pieza cando la termines, Alis.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué final tan perfecto y redondo... no podría ser de otra manera. Es un gustazo leerte.
ResponderEliminarDesde luego, tu relato debería de utilizarse en los cursos preparatorios de las personas que estan estudiando para ser auxiliares y asistentes de personas mayores o con dificultades para moverse. Les animaría y les ofrecería un buen ejemplo de actitud y comportamiento.
saludos.
Tuky
ResponderEliminarNo sé si es bueno o malo que te hayas sentido identificada con la historia; si te ha emocionado espero que sea por lo primero. Muchas gracias. Un beso.
Abril Lech
Muchas gracias. Y bienvenida. Besos.
Lucrecia Borgia
Y las palabras, más aún… Besos.
Pamela
Nunca te conté, pero mi familia es de Ourense. Entiendo bien lo que me cuentas. Es difícil traerse el corazón entero. Una parte siempre queda allá. Besotes.
Luis
El personaje de Marcela es, seguramente, el que enfrenta la parte más difícil de la historia… Gracias por tus palabras. Un abrazo.
Esme
ResponderEliminarAún hay más. Gracias. Besitos.
REL
Náufragos, sí. Gracias. Besitos.
Toro Salvaje
Quizá ya se está escapando. Besos.
Gabiprog
El horizonte es inalcanzable. Besos.
Rampy
Me alegra verte por aquí de nuevo. Ya llegó. Besos.
José Alfonso
ResponderEliminar(Me permito llamarte por tu nombre). Esos estados de espontánea consciencia despiertan muchas dudas sobre cuánto sienten y cuánto resienten. Besos.
Titajú
Insisto, mi reto es ver tu lado blando, jajaja. Besitos.
Cat´s
Más vale tarde que nunca ¿no? La de Marcela es una situación complicada. Besos.
Leonorcita
Muchas gracias. Hay más, sí. Besos.
Daniel Rioja
Muchísimas gracias. Espero poder seguir haciéndolo. Besos.
Fonsilleda
ResponderEliminarMaldita enfermedad, sí. Biquiños.
Mariette
Todo tiene su cara y su cruz, supongo. Gracias. Besitos.
Taty Cascada
Es difícil salir ileso de esta historia. Muchas gracias por tus palabras. Besos.
Anto
No te avergonzará llorar ¿verdad? Espero que no te hayan engañado con el cuento de que los hombres no lloran (es mentira). Gracias. Besitos.
Rochitas
Encantada de recibirte. Besos.
Zayi
ResponderEliminarNo generalizaría por género. En todo caso, me temo que la inteligencia de Armando (y su posible malicia) está mermada por su enfermedad. Tienes suerte de tener esa imagen de un padre. Besitos.
Morgana
Gracias. Me alegra que te haya gustado. Besos.
V de Tierra
Hay 4 y epílogo (ya publicadas, porque he sido muy lenta contestando comentarios). La novela… ay, me falta valor. Gracias. Besos.
Juncal
Ninguna lógica. El que volvió fue su recuerdo. Y me temo que con un marido sano, no habría tres pasajeros en el barco. No sé si alguno… Besos.
Miguel Baquero
Muchísimas gracias. Siempre me da miedo continuar las historias, así que agradezco tus palabras. Besos.
Uno
ResponderEliminarCreo que sí, aunque sea quizá el que más desapercibido pase. Besos.
Tecla
No sé si es viejo picarón o son los destellos de su juventud que la enfermedad trae al presente… Muchas gracias, Tecla. Besos.
Dani
Muchas gracias. Eres un encanto. Besos llenos de cariño.
Nela
Esa mano necesita más que nunca que la sujeten. Gracias, Nela. Besitos.
Delfín Loco
Lo que ocurre es que al no poder comunicarse es difícil saber qué siente. Besos.
Nacho
ResponderEliminar¿En serio crees que hay motivos para tirarlo por la borda? No sé yo… A lo mejor es que soy muy cándida. Besos.
Mercedes
Me da miedo cuando esperáis que os sorprenda. Muchas gracias. Besitos.
Sabela
Me anima mucho lo que me dices. Una de mis trancas es continuar las historias que empiezo. Me cuesta muchísimo. Gracias. Un besazo.
Espérame en Siberia
Y, sobre todo, es bello tener motivos para decirlo. Gracias a ti, Mariana. Besitos.
Horacio
Sin querer, se ha ido convirtiendo en un texto extenso. En el blog serán sólo cuatro capítulos y el epílogo, pero la historia me está reclamando partes que aquí no cuento y tal vez me decida. Beso grande.
Brisa
ResponderEliminarGeneroso es el tiempo que nos trae sonrisas… Besos.
Marisa
También vivo el Alzheimer con bastante cercanía. Son demasiadas las preguntas que deja sin respuestas. Muchas gracias. Biquiños.
Chousa da Alcandra
Incluso nos casos máis “perdidos” hai respostas que traen una dose de esperanza. O peor de todo é que os especialistas tamén descoñecen moito da enfermedade. Bicos esperanzados.
Latidos
Depende de la evolución de la enfermedad, hay destellos de lucidez. No sé cuánta, ni sé si siempre será bueno. Bienvenida. Besos.
Raposo
Una palabra, y a veces el silencio, es más elocuente que un discurso elaborado. Muchas gracias. Es un gusto verte por aquí. Bicos.
De cenizas
ResponderEliminarEs lo más bonito que podías decirme. Gracias. Besos.
MarianGardi
Muchas gracias. Besos.
Raúl
¿Significa que esperas al final para leerla? Me parece una buena opción. Y me alegro de que vuelvas a bloquear, porque echaba de menos tus relatos. Un abrazo.
Lemaki
Me siento muy honrada con tus palabras. Muchísimas gracias. Un abrazo.
Guao... Gracias! y sigo...
ResponderEliminarUn abrazo
BB