martes, 3 de septiembre de 2013

Encontré tu diario





- Encontré tu diario.

En momentos de mucho miedo, o después de un susto grave, me imagino en situaciones extremas. Creo en mi mente la sensación de recibir un fuerte golpe durante un asalto, un accidente de tráfico, una caída... Es un modo de autodefensa, como queriendo estar preparada si llega a ocurrir. Y en todos estos intentos, jamás había percibido que un golpe pudiera tener tanta intensidad como el que me acababa de propinar Martín con una sola frase.

¿No vas a decir nada?

¿Y qué iba a decir? ¿Qué se puede decir?

- ¿Lo leíste?
- Sí, de principio a fin. Sabes que me gusta como escribes y no pude parar hasta que lo terminé. Incluso estoy deseando ver cómo sigue.

¿Es un halago o una amenaza? Tal vez ambos. Con los nervios no logré descifrar el tono de su voz. Ya sabía que lo había leído, así que esperaba algún grado de molestia en él. Pero, ¿cuánta? En todo caso, ¿qué podría contestar a eso?

- Tus pensamientos son menos peligrosos de lo que temía.

Preferí no preguntar qué esperaba. ¿Pensamientos peligrosos? ¿Qué pensará él para llegar a esa opinión? A fin de cuentas, si nunca antes me había decidido a escribir un diario no era por evitar que alguien pudiera conocer mis secretos, sino por el pánico a descubrirlos yo. Las peores mentiras, y las más habituales, no son las que contamos a los demás, sino a nosotros mismos. Y lo hacemos para ocultarnos eso nuestro que no nos gusta, nos asusta o preferimos olvidar. Mi diario nunca sería el relato de mi vida, sólo una interpretación (mal)educada y compasiva de ella.

- ¿Y? ¿No vas a decir nada?
- (…)
- Pues deberías seguirlo. Las tres páginas que escribiste para presentarte fueron magníficas. Quería leer más.
- (…)
- En serio, deberías seguir tu diario y publicarlo –añadió, entregándomelo--. Sabes que me encanta como escribes.

Lo dijo mientras me daba una de esas palmadas que tanto odio en la nalga, seguida del más dulce de los besos en la frente. Casi empalagoso. Tomó su maletín y se fue feliz a su trabajo.

Y yo me quedé mirándote, querido diario. ¿Qué voy a hacer contigo?

viernes, 30 de agosto de 2013

El juego





-¿Por qué no jugamos a los barquitos?

Martín se sobresaltó cuando la voz de Susana rompió el espeso silencio que habita entre ellos desde hace ya demasiado tiempo. La pregunta le pareció tan absurda que no acertó a responder otra cosa que no fuera un apenas inaudible “bueno”.

Y ahí estaban, después de muchos meses de tanto vacío que ya parecían dos desconocidos, iniciando un juego de niños. Tímidos, casi con sentido del ridículo.

A ambos les parecía estar hablando de su matrimonio según iban rellenando sus respectivas cuadrículas: agua, tocado, hundido… Pero se guardaron cualquier comentario que pudiera dar pie a una discusión, una de ésas que llenó de gritos e insultos el pasado y les condujo a su situación actual. Al menos en el presente reinaba el silencio entre ellos.

Sin darse cuenta, se descubrieron riendo, divirtiéndose, pasando un rato agradable a pesar de estar en compañía del otro. Algo en su interior les decía que alguna vez había sido así, que alguna vez habían logrado disfrutar juntos. Tal vez no estaba todo perdido.

E instauraron un nuevo hábito en sus tardes-noches. Barquitos, parchís, dominó… No importaba cuál era el juego, sino el hecho de hacerlo juntos. Era una hora diaria de oasis en sus desiertos emocionales, una ventana a la felicidad, una dosis de optimismo.

Una noche Susana dijo que prefería ir a dormir. Martín lamentó su decisión, pero pensó que un poco de lectura en la cama tampoco sería un mal plan. Susana se encerró en el cuarto de baño y un rato después asomó a la puerta, con un camisón minúsculo y una sonrisa que le era familiar a Martín. ¡De esa sonrisa se había enamorado años atrás!

Ella lo miró a los ojos y con picardía le preguntó:

-¿Por qué no jugamos…?

Martín tiró el libro al suelo y respondió sólo con una sonrisa llena de esperanza.

martes, 20 de agosto de 2013

Ya sé cómo eres



Fotografía: Rudy Garrido

- Ya sé cómo eres. He encontrado tu perfil en feisbuc y he estado viendo las fotografías. Me gustas. Eres hermosa.

Hermosa no es un calificativo que le hayan dicho muchas veces a Susana. Pero lo creyó porque sonó sincero. Todo lo que le decía Martín le sonaba sincero. No tenía razones para no serlo.

Ese hallazgo, además, lo había llenado de confianza y entusiasmo. Ponerle un rostro a Susana había acercado notablemente a un Martín tímido y precavido. Bajó la guardia y eso ayudó a que ella también se relajara.

Fueron formando una grata complicidad que les llenaba cada día más tiempo. También buena parte de sus pensamientos durante sus ocupaciones habituales. Cada uno encontraba en el otro el remanso ilusionante, la recarga de energía, la dosis de paz necesaria para seguir adelante.

- He estado viendo las últimas fotos que has subido al feisbuc. Sigo pensando que me gustas mucho. Ahora más.

“¿Las últimas fotos que he subido? Hace casi dos años que no actualizo las fotos”, pensó Susana.

Sabía que su amistad con Martín había nacido desde adentro, sin importar el aspecto físico, ni ninguna otra condición más que la de compartir agradables conversaciones. Porque eso era todo lo que había y habría.

De todos modos, no pudo quitarse esa frase de la cabeza y en cuanto tuvo ocasión se conectó a Internet para hacer una búsqueda en la red social: Susana González. Tardó poco en obtener un resultado; aquél que temía. Había unas veintitrés mujeres con el mismo nombre y cualquiera de ellas más hermosa.

domingo, 18 de agosto de 2013

Dos años ya


Fotografía: Alís Gómez

Esa mañana el jardín apareció nevado. No había sucedido antes y no ha vuelto a ocurrir desde entonces. Sí, era un día especial. Que todo estuviera programado no le restaba emoción a lo que pasaría unas horas más tarde.

Estaba tranquila, con la certeza de que todo saldría bien. No tenía ninguna de esas aprensiones típicas de las circunstancias. Tranquila pasé la mañana, dándome tiempo de disfrutar de esa nieve extraña que se dejaba fotografiar con la complacencia de quien sabe que no será olvidada.

Tranquila, también, realicé el trayecto hacia la clínica, observando lo hermosa que estaba la ciudad, blanca y fría. Y tranquila esperé el momento de ser llevada al quirófano, tan sólo ansiosa por ver ya vuestras caritas.

El temor al procedimiento se disipó rápidamente. Cuando pedí que me avisaran cuando fueran a hacer el corte ya estabas saliendo tú, Julia. Violeta lo hizo tan sólo un minuto después.




Ambas sobre mí poníais fin a un largo tiempo de búsqueda, de esfuerzos, de lucha por conseguir que vinierais a este mundo. Nunca esperé que fuerais dos. No era ése mi deseo ni mis expectativas. Sucedió así. Y ahora no sería capaz de renunciar a ninguna de las dos, tan distintas.

Julia, mi bella Julia, mi niña ordenada, despierta, inteligente y con un corazón noble y enorme. Tu timidez no es capaz de esconder tu encanto. Aún sin quererlo, te ganas la atención de quienes te ven y lo haces con esa sutileza que sólo tienen las personas elegantes. Has aprendido a ser independiente mientras tu hermana requería más atención, has respetado sus necesidades y la has acompañado en sus momentos difíciles, sin reclamar, con absoluta generosidad.

Violeta, mi bella Violeta, mi niña encantadora, luchadora, coqueta, con una ternura irresistible. Tu sonrisa y tu gracia son capaces de conquistar cualquier propósito por difícil que éste sea y borra esos arrebatos de mal genio en los que entras y sales repentinamente, sin avisar. La vida no se te puso fácil en estos primeros años, te ha puesto a prueba en distintas ocasiones, y has sabido salir de todas, con ganas y con fuerza.

Habéis llenado, mucho, nuestras vidas. Compensáis con creces todos los esfuerzos por haceros llegar. Entregáis tanto amor y tanta alegría que me hacéis sumergirme de lleno en la felicidad.

Y lleváis dos años haciéndolo. Dos años ya. ¡Crecéis tan rápido!


Fotografía: Rudy Garrido


Feliz cumpleaños, Julia y Violeta

sábado, 10 de agosto de 2013

Norte-Sur




Quizá porque soy atlántica tengo un humor diferente. Nuestros mares definen cómo son nuestras mareas, las que nos mecen por dentro y a veces nos dejan a la zozobra. Quizá por eso me cueste entender, o compartir, tu sentido del humor, tan de otros mares.

Quizá porque el sol que me calienta es el de otra estación (vistes primavera cuando me arropa el otoño) o porque tu norte es mi sur, tengo un carácter diferente. Nuestras pieles se calientan en tiempos opuestos y los vientos nos peinan la raya en distinto lado.

Quizá porque soy la noche y tú el día tenemos tiempos diferentes. La Luna que me alumbra es la que vela tu sueño, cuando estoy lúcida tú bostezas y el cansancio en mis ojos coincide con tu euforia. Quizá por eso nos resulta difícil hallar el punto de encuentro.


Quizá porque somos tan distintos nuestro amor es un milagro.

miércoles, 2 de enero de 2013

La nada



Fotografía: Kosmur


 No entiendes nada!
 ¿Qué tengo que entender?
- Nada.

En esa nada se perdieron. La que los une y los separa, la que nada les aporta, pero tampoco nada les quita.
Sin hacer nada por evitarlo, la nada fue creciendo, abrazándolos, poseyéndolos, hasta devorarlos.
Ahora todo es nada.

- Estás muy callada. ¿En qué piensas?
- En nada.

viernes, 20 de abril de 2012

Pronto




Uno de estos días
resucitaré.


miércoles, 18 de enero de 2012

Sin sentido




El resfriado la había atacado fuerte. Apenas podía respirar y, por supuesto, había perdido todo rastro del olfato. Tanto que casi arde su mesa de trabajo. No se dio cuenta cuando se incendió su papelera y el incidente habría llegado a mayores si un compañero no la hubiera advertido de que olía a quemado.

Se preguntó entonces, como todos hemos hecho alguna vez, la carencia de cuál de los sentidos sería más grave. Y decidió hacer un experimento.

No fue fácil. Lucía ridícula caminando por la calle con un antifaz tapando sus ojos. Las risas de algunos transeúntes fue lo más suave que escuchó. Comprobó en propia piel que la ciudad no está construida para discapacitados y terminó la jornada llena de moratones.

Con el sentido del oído fue un poco más sencillo, al menos pasaba más inadvertida. Usó unos buenos tapones y casi disfrutó del silencio que la acompañó todo el día. Aunque más de una y dos veces estuvo tentada a destaparse los oídos, aguantó la prueba. Incluso cuando un automóvil estuvo a punto de atropellarla porque no escuchó el claxon que la avisaba de su proximidad.

Para aniquilar el sentido del gusto usó un gel de lidocaína, que aplicado en la lengua la privó de percibir cualquier sabor. Esta experiencia fue más llevadera, aunque aburrida, y pensó que no sería un mal método para adelgazar, porque no le producía ningún placer comer. Tampoco percibió el sabor ácido del yogur que estaba empezando cuando reparó en la fecha impresa en la tapa: llevaba más de diez días caducado.

El último día de su experimento fue el peor. Desde entonces su vecina la mira mal, porque le dijo que había engordado mucho. Su mejor amiga dejó de serlo porque le confesó lo que pensaba realmente de su nuevo novio, y perdió el trabajo después de llamar gilipollas a su jefe.

Concluyó, pues, que carecer de tacto conlleva las más graves consecuencias.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Tus manos virtuosas




Me sabe a poco
el tacto
de tus manos virtuosas
arrancando
el pecado de mi piel.



viernes, 2 de diciembre de 2011

Tres deseos (y 2)



Estaba a punto de soplar las velas cuando vio que todos sus invitados la observaban con picardía en sus ojos.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miráis así?
- Porque ya sabemos qué tres deseos vas a pedir.
- --rieron todos y gritaron al unísono--, ¡¡sexo, sexo, sexo!!
- Esta vez tendré que ser más cuidadosa. No olvidéis que nueve meses después de pedirlo estaba pariendo a mis mellizas.

Laura cerró los ojos, tomó aire y sopló fuerte concentrada en su pensamiento:

-¡¡Dormir, dormir, dormir!! Ffiiiuuuuuu