Pato y Lucho son
vendedores ambulantes. Y amigos. Al menos lo fueron por más de treinta años.
Ambos se ganan la vida vendiendo artículos para los más pequeños. Son los más
fáciles de enganchar y cuando a un niño se le antoja algo pocos padres pueden
resistirse a comprarlo. Ellos lo saben, por eso nunca les había importado
dedicarse a lo mismo. Había clientes suficientes para ambos a pesar de ubicarse
durante décadas separados por apenas unos metros.
Lucho, sin embargo,
ávido de mayores ganancias, introdujo una novedad en su método de venta que
puso en riesgo su amistad: un aparato de música y dos altavoces anunciaban a
gran distancia su presencia. Los pequeños seguían hipnotizados las canciones infantiles
de moda y llegaban al puesto de Lucho sin advertir que a pocos metros estaban Pato
y sus juguetes.
De nada sirvieron
las quejas de Pato, que apeló a la larga amistad que les unía para pedir a
Lucho, al que acusaba de competencia desleal, que volviese al sistema antiguo,
que cambiase de calle o que trabajase en un horario diferente.
Como no lograron
llegar a ningún acuerdo, decidieron acudir a uno de esos programas televisivos
en los que un supuesto juez intercede entre dos partes para resolver sus conflictos
y que tan de moda estaban en ese tiempo. La conductora del programa, sin tomar
partido por ninguno de los ahora rivales, propuso las mismas soluciones que
Pato había apuntado, pero se encontró frente a dos tercos que no estaban
dispuestos a dar su brazo a torcer.
Jueza: Pero, vamos
a ver, ¿cuántas horas trabajan?
Pato: Dos.
Jueza: ¿Y usted?
Lucho: Dos.
Jueza: Bueno,
entonces tiene fácil solución. El día es muy largo. Uno puede trabajar, por
ejemplo, de tres a cinco y el otro de cinco a siete. E incluso pueden alternarse.
Pato: Ah, no,
señoría. Es que tenemos que trabajar de una a tres, que es cuando los
carabineros se van a almorzar.
Ante la
imposibilidad de alcanzar una solución pactada, la jueza hizo uso de la
autoridad que le confería su millonario contrato televisivo y dictaminó que
Lucho, puesto que era el más beneficiado por incrementar de forma considerable
sus ganancias en detrimento de su amigo Pato, debería buscar otro lugar para
dedicarse a la venta ambulante.
- Ah, no,
señoría. A mí de ahí no me quita ni Dios, ni un juez… Bueno, si acaso los
carabineros.
El razonamiento del porqué del horario...tiene miga :) ¡Y delante de la jueza!
ResponderEliminarBss
jajaaja es trágico pero me da risa, si esté put...mundo es pa los mas vivos de principio al final.
ResponderEliminarBesos y cariños con alta voz jajajjaajajja y una linda semana bella Alís.
mar
Si algo tiene el ser humano de necio, es su terquedad. Es que podrán mostrarle con hechos lógicos todos los pro y contra, y siempre optarán por su ceguera temperamental...
ResponderEliminarMuy buen relato Ali querida. Imaginé a la jueza Arroyo ja ja...
Abrazos y cariños para ti.
La jueza ha llegado lejos en el mundo jurídico eh...
ResponderEliminarBesos.
si el otro se compra un aparato de música también y a todo volumen, ya estaríamos como hemos hecho a lo largo de la historia!
ResponderEliminarEs que la supervivencia es muy importante, ni amistad ni jueces ni nada.
ResponderEliminarBesitos
Muy avispado ese Lucho.
ResponderEliminarUn beso
La ley de la competencia, el progreso y la evolución. Uno no se puede quedar dormido en los negocios. Luego está la competencia desleal y luego los que arbitran todas estas mierdas. Vamos, que la sociedad está bastante enferma.
ResponderEliminar¡Besos, guapa!
ResponderEliminarÉso es desacato !!
Recurrirá,fijo. Y se arruinará reclamando sus derechos.
Hay gente que no concibe las conciliaciones .
Un beso
Cada uno sabe qué es prioritario en su vida. Acá queda tan claro en cada personaje!
ResponderEliminarDe paso... poco creativa la jueza...
Son como políticos aferrados a sus poltronas. El ánimo de lucro funciona a todas las escalas.
ResponderEliminarBesos en horario compartido.
Yo creo que esta Jueza era una novata... si no ya hubiese pactado directamente con los carabineros y juicio que se ahorraba.
ResponderEliminarBesos, preciosa.
Gracias por tu comentario en "Era en Abril" y tienes razón. "Hasta el final" del sentimiento sería lo más cerca de la verdad. Escuchaba este tema en la radio el otro día y pensaba cuántas cosas prometemos sin saber siquiera nosotros si podremos cumplirlas. Como frases hechas...
ResponderEliminarEstuve por tu otro blog. Me da pena que lo hayas dejado silenciado. Vi que compartimos el gusto por muchos poetas músicos. Un saludo desde una lluviosa Buenos Aires...
De barro y luz: Sí, cero respeto a la autoridad (excepto a los carabineros). Besos.
ResponderEliminarMar: De los vivos y desvergonzados. Besos.
Taty Cascada: Cuando uno no quiere bajarse de la burra no hay nada que hacer. Una de esas juezas fue, sí. Gracias. Besos.
Toro Salvaje: Como no llegó a jueza, tiene que jugar a serlo en la tele. Besos.
ResponderEliminarZeltia: Entonces pelearían por quien pone más volumen o por la música que escogerían. El caso es pelear... Bicos.
Virgi: Claro, son negocios, nada personal, jajaja. Besos.
Marisa: Avispado y "buen" amigo. Besos.
ResponderEliminarAntonio Misas: Y así nos va, ¿verdad? Besos.
Juncal: Más que recurrir, supongo que seguirá igual. Por mucho contrato que firmen antes de participar en el programa, no creo que todos lo cumplan. Un beso.
Abril Lech: Así es, nuestros actos nos descubren. Un abrazo.
ResponderEliminarNómada planetario: Un personaje farandulero de Chile (que además fue alcaldesa) siempre se justifica diciendo que "por dinero baila el monito". Besos sin competencia
La Zarzamora: A esa "jueza" no le interesa ahorrarse juicios, o se quedaría sin programa. Besos.
Abril Lech: Es un gusto pasarme por tu casa. En cuando a mi otro blog, dejé de publicar porque su formato contemplaba incluir vídeos musicales (cada entrada se inspiraba en una canción) y algunos me dieron problemas con virus, así que opté por dejarlo aparcado. Gracias por pasarte. Un beso
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