El doctor Patricio
Díaz, que todavía no había logrado librarse del “dr. Pato” con el que todo el
personal se refería a él, pidió consejo a su colega Francisco Larraín, quien
además de un merecido prestigio profesional tenía una presencia imponente. Por
eso nunca pasó por la etapa de ser el “dr. Pancho”.
- Dr. Larraín, me
alegra que esté aquí –Patricio Díaz estrecha la mano de su compañero y continúa
hablando mientras lo acompaña sin soltarlo hasta un asiento--. Verá, he
descubierto un fenómeno interesante tras ver a varios pacientes. (Hoy la
consulta estaba a tablero vuelto). Quiero investigarlo y me gustaría que me
ayudara, porque además podría ser urgente y tal vez tengamos que avisar a las
autoridades sanitarias.
El discurso con el
que fue recibido logró despertar la curiosidad del anciano médico, quien
escuchó al joven sin dejar de observar su despacho. Esbozó una leve sonrisa
cuando sobre la mesa vio el diario abierto por la página que ofrecía la crónica
del triunfo de Nadal sobre Djokovic en la final del Roland Garros.
- Me llamó la atención que el 90 por
ciento de los pacientes que hoy he atendido son hombres que presentan un
inmovilizante dolor en el cuello. A los primeros les diagnostiqué una simple
tortícolis, pero temo que pueda tratarse de una infección, que si no detectamos
a tiempo puede convertirse en epidemia.
- ¿Tienen algún
otro rasgo en común además de ser hombres? A veces detalles como la edad, el
rango socio-económico o la procedencia geográfica pueden dar pistas
invalorables en una investigación médica.
- La verdad, no
había caído en ello, pero tengo todavía aquí sus fichas. Veré qué coincidencias
hay.
Francisco Larraín
leyó de reojo los nombres en las fichas que Patricio Díaz esparcía en la mesa y
volvió a sonreírse al darse cuenta de que conocía a la mayor parte de ellos.
- ¡Qué curioso!
Tenía usted razón. Todos son vecinos de la misma comuna. Tal vez sea un caso de
contaminación…
- Tal vez, sí… Eche
otra ojeada, haga memoria y dígame ¿son todos empresarios y profesionales exitosos?
Quiero decir, ¿tienen mucha plata?
- ¡Increíble! Sí,
así es. Aparentemente a todos les va muy bien.
- Estimado dr.
Pato, quédese tranquilo que no hay ninguna epidemia, pero siga así de curioso y
aplicado y no tardará en tener su propia tortícolis –dijo entre risas Larraín
mientras se levantaba de la silla para irse.
- No entiendo.
¿Usted ya sabe qué les pasa?
- ¡¡Pues claro que
lo sé, hombre!! Los conozco a casi todos de mi barrio. Ayer fue la final de
Roland Garros, como usted ya sabe –apostilló haciendo un gesto hacia el
periódico sobre la mesa--, y a estos weones envidiosos les dio por comprarse un
superplasma, de ésos que si Nadal lanza aquí, Djokovic le responde allá –afirmó
paseando la mirada de una esquina de la sala a la esquina opuesta--. Así no hay
cuello que resista.
Soltó una
estruendosa carcajada, que Patricio Díaz interrumpió para preguntarle:
- Dr. Larraín, ¿y a
usted no le gusta el tenis?
- ¡Por supuesto que
me gusta! Pero yo me compré el superplasma el año pasado y este año decidí ver
el torneo en la habitación de mi nana.
Jajajjajakajajakakkaka me causo micha gracia.. Buenisimo...
ResponderEliminarSi es que son como niños...
ResponderEliminarBesos.
Un estupendo diálogo, al margen de la juventud del uno y la experiencia del otro, o del humor con se cuenta. Siempre me gustaron las conversaciones de tus personajes, son como la vida narrada, con ese poco de realidad, ese poco de imaginación y fantasía, así como la vida ha de ser contada.
ResponderEliminarMuchos besos, amiga.
hablando de tenis, ahora mismo
ResponderEliminarme voy a cambiar que he quedado
para jugar, soy un adicto al tenis.
Me encantó tus post muy bien llevado
atrapa y luego deja una sonrisa
en los labios
más no se puede pedir
Enhorabuena!!!!!!!!!
Ja ja ja, es lo que tiene la excesiva afición. Menos mal que aunque me gusta Nadal, tengo una tele pequeña.
ResponderEliminarBien traído, chiquilla! Un beso, me hiciste sonreír en una mañana nublada.
No había caído en este peligro que acecha en estos supertelevisores modernos (hace un mes me compré uno) Lo tendré en cuenta...
ResponderEliminarUn beso.
E eu mirando o partido nunha de 14" vou quedar cego tentando ver a pelotiña!. Os médicos sempre teñen sitio para quitarnos a pasta (tamén eles)
ResponderEliminarBicos en led
Sonrío.
ResponderEliminarMe imagino lo que ocurriría si se congelara la imagen...
Besos, Alís.
¡Te aplaudo!.
ResponderEliminarEres genial Alís.
Un abrazo muy grande.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPues... después del Gp. de F1.... puré de vértebras :)
ResponderEliminarBss
jajaja era torticolis por vanales ! prefiero el cine de rocha.. un abrazo!
ResponderEliminarBuenaaaaaaaaaaa jaja.
ResponderEliminarBesos amiga y una linda semana, me has hecho reír jaja.
mar
muy elocuente, gracias por hacernos reir.
ResponderEliminarbesos
Y que tal una final de baloncesto de la liga europea?
ResponderEliminarBuen relato parodia detectivesca robin Cook por decir algo.
jaja...Alis, tienes mucho sentido del humor. Y si, a decir verdad, son tan grandes que uno queda con el cuello un poco extraño ja ja...
ResponderEliminarAbrazos y besos.
Todo deporte tiene sus riesgos. Muy bueno, saludos.
ResponderEliminarMuy bueno Alis! ¿Sabes? Me encanta los nombres que te inventas en tus historias. Un besote!
ResponderEliminarMuchas gracias por pasaros y por vuestros comentarios
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