Fotografía: Tommy Ingberg
- ¿Dónde estabas?
- Aquí, como siempre.
- ¿Por qué no llamaste?
- ¿Me echaste de menos?
- Sí, claro. ¿Por qué no llamaste?
- Por si tú querías hacerlo. Te llamo siempre y no te doy la oportunidad de saber siquiera si tú querrías hacerlo o no.
- Ya sabes que yo no soy de llamar…
- No, no lo sé, no te he dado opción.
- Ya veo. O sea que a partir de ahora si quiero saber de ti debo llamarte ¿no?
- Bueno, algunas veces lo haré yo y otras tú. ¿No te parece bien?
- No. No me parece justo. Para ti es natural hacerlo, ¡¡¡pero a mí no me sale!!!
- No levantes la voz.
- ¡¡¡No la levanto!!! O tal vez sí. Es que no quiero que dejes de llamarme, te quiero presente.
- ¡Eh! No te quejes. Te estoy dando la opción de elegir llamarme o no, que no tienes cuando yo lo hago a diario. ¿No es eso libertad? Yo te quiero libre.