Laura se había
convertido en un saco de envidia. Envidia sana, se decía a sí misma. Pero no lo
era, porque la carcomía por dentro desde siempre, o casi siempre, que no es lo
mismo, pero da igual.
Envidiaba a su
amiga María Jesús, porque tenía a un padre confidente, amigo y protector que hizo
de ella una mujer segura de sí misma, fuerte y alegre. Laura, en cambio, tuvo
que conformarse con un mero proveedor de carácter amargo, restrictivo, severo y
poco dado a los afectos.
Envidiaba a esos niños
del parque que una tarde vio jugando con unos abuelos amorosos, divertidos y
consentidores. Ella, en cambio, sólo conoció a una abuela que más bien parecía
la bruja del cuento macabro en que se fue transformando su vida y del que era
la protagonista que va menguando cada día un poco más y viendo cómo todo lo que
anhela se va alejando del alcance de sus manos.
Envidiaba a otros
adolescentes parecidos a ella, pero que no caminaban solos por la calle, sino
riendo entre un grupo de amigos que alborotaban la calma de la tarde con ese
ruido que produce la alegría, la confianza, la compañía.
Envidiaba… era
tanto lo que envidiaba en los demás que no fue capaz de descubrir lo que tenía,
lo que era, lo que todavía nadie le había arrebatado y le hubiera permitido ser
un poco feliz. Al menos, tener el valor de intentarlo.
Laura se había
convertido en un saco de envidia y un día se dio cuenta de ello. Decepcionada,
lo llenó de piedras y lo tiró al río.
Es un final muy drástico. Yo no sé si la envidia se cura, pero seguramente que se puede aplacar, si no, menuda tortura.
ResponderEliminarBesos
España es el país de la envidia.
ResponderEliminarTodos miran de reojo a los de su alrededor y esa mirada desborda envidia.
Siempre.
Besos.
ResponderEliminarQué sentimiento más antipático ! y difícil de despegar, por cierto.
Metros y metros de carencias unas veces, rollos enteros de ambiciones frustradas en otras ocasiones, y una absoluta superficialidad con grandes ojos, en ambos casos.
"no fue capaz de descubrir lo que tenía, lo que era, lo que todavía nadie le había arrebatado..."
- La miga que borra el hambre -
Besos, Alís.
Y seguro que más de uno la envidiaba a ella por algo... menos por lo de tirarse al río :)
ResponderEliminarBss
Nuestra envidia dura siempre más que la dicha de aquellos que envidiamos.
ResponderEliminarbesos
Ciertamente, la envidia es una enfermedad y los que la poseen creo que deben vivir muy muy mal, todo el día mirando al de al lado, y copiando sus cosas o aspirando a tenerlas sobre todo cuando muchas veces saben que jamás podrán tenelas.
ResponderEliminarSé bien lo que es la envidia, alguna vez la padecí, pero ahora procuro desecharla de mi vida. Pues no tiene razón de ser...
Muy buen relato.
Un abrazo Alís.
¡Pobrecilla! Debe ser terrible tener que cargar con tanto peso y no tener la oportunidad (o el tino) de aprovechar lo que se tiene.
ResponderEliminarMenuda moraleja en esta historia.
Muchos besos.
soltó lastre...o se hizo lastre...
ResponderEliminarY pensar que aún hubiera tenido tiempo de remediar...zafar de aquel padre proveedor, tan restrictivo a los afectos, y así de una vez haber aprendido a amar.
ResponderEliminarEnvidio tu manera de escribir Alis, pero de manera sana... No existe la envidia sana o perversa, es envidia y punto, (lo demás es admiración) pero el mundo te rodea de hechos y situaciones (y personas) para intentar cambiar ese rumbo. Por lo pronto, me encanta lo que escribes y transmites, que es lo importante. Abrazos argentinos.
ResponderEliminarMuy mala consejera la envidia, es lo más acertado tirarla fuera de nuestro corazón lo antes posible.
ResponderEliminarUn beso.
Sintiéndo tranquila y satisfecha conmigo misma es cuando mejor me sirve el sexto sentido, capto cosas increibles ¡¡alucinante¡¡ todo, todo llega. Estoy con Maruja, mala consejera, que se cuela en los subterfugios que utilizan las personas, jajaja... no lloro, es tristeza ajena, y también sonrio de satisfacción, ¡¡ahhh la vida¡¡ me demuestra cada día que soy supercuerda.
ResponderEliminarLa envidia, porque no le encuentro mejor explicación, hasta te puede hacer cometer acciones como esta? http://youtu.be/WY6g-KzeMNw
saludos
p/d.- tardé unos dias en encontrar el lugar apropiado... para fluir...
No está nada mal el final. ¡Al río! ¡al río con los brotes de envidia! Pero me vas a dejar que me guarde una botellita con las gotitas de sana envidia, que esta no hace mal a nadie...
ResponderEliminarBesos.
Vaya final más radical... Si se da cuenta, puede empezar a remediarlo... siempre amanece un nuevo día
ResponderEliminarLa envidia...todos tenenos un poco de envidia unos más y otros menos,un gran bien es no desear más de lo conveniente.
ResponderEliminarSaludos.
Este post lo había comentado, estoy segura...
ResponderEliminarVuelvo a empezar.
La verdad es que la pobre no lo tuvo fácil. Y tirar al río todo aquel lastre, no podía si no hacer que muchos después la envidiaran.
Besos, Alís.
Esa sensación de que el jardín del vecino es más verde...es heredada, si que no nos sintamos tan culpables, yo envidio cosas impensadas, que van por el lado emocional.
ResponderEliminarCariños para ti y como siempre te digo, me encantan tus post.
mar
La envidia no solo destroza al enfermo sino que también castiga con fuerza al objeto del envidioso. Por motivos de salud no hay que envidiar a nadie.
ResponderEliminarAntonio Misas: Supongo que como todo dependerá de la medida. Puede ser un aliciente o conducirte a la locura. Besos.
ResponderEliminarToro Salvaje: Si sólo fuera España... me temo que va más allá. Besos.
Juncal: Oculta más de lo que muestra, es como una nube negra, muy negra. Me gusta verte por aquí, Juncal. Besos.
De barro y luz: Es probable, pero fue incapaz de verlo. Besos.
ResponderEliminarLucrecia Borgia: Y seguro que también es mayor. Besos.
moderato_Dos_josef: Lo malo es cuando el que sufre esa enfermedad descarga su frustración contra los demás. Gracias. Un abrazo
Espérame en Siberia: Pienso que el mayor problema de Laura no fue la envidia, sino la soledad o el abandono, por parte de los demás y, sobre todo, de sí misma. Besos.
ResponderEliminarBohemia: Era todo lastre, así que se hizo y lo soltó. Me alegra volver a verte por aquí. Un abrazo.
Magah: Da miedo pensar cuánto pueden pesar los traumas y las carencias de la infancia: logran marcarnos para toda la vida y sellan el destino. Un abrazo
Eduardo Mancilla: Jajaja, casi caigo. Muchas gracias. Un abrazo gallego.
ResponderEliminarMaruja: Y cuanto antes mejor, para que no nos arrastre con ella. Un beso.
hana: Casi siento envidia de tu cordura. Bienvenida. Un abrazo.
Miguel: Todo es bueno en su justa medida, el riesgo está en pasarse. Besos.
ResponderEliminarMilena: Lo difícil, supongo, es darse cuenta. Tal vez le faltó alguien que la ayudara a ver. Un abrazo.
Cascarilleiro: Y conocer nuestras fortalezas y nuestras limitaciones también. Un abrazo.
La Zarzamora: Me gusta la lectura que haces de las dos posibles (en realidad son infinitas) y que optes por liberar a Laura de ese lastre. Besos, Eva.
ResponderEliminarMar: Seguramente nadie está libre de pecado, al menos no del pecado de la envidia. Muchísimas gracias. Besos.
Steppenwolf: Por motivos de salud también es conveniente estar lo más lejos posible de los envidiosos. Un abrazo