- Me alegra que hayas vuelto.
- Aún no sé si me quedaré.
- Espero poder convencerte. Me gusta que estés aquí.
- No pensabas eso cuando te encamabas con tu secretaria.
- No tiene nada que ver contigo. Quería sentirme más seguro.
- ¿El sexo con ella te daba seguridad?
- No el sexo en sí mismo. Era la seducción, excitarme,
excitarla, poder responder sexualmente… No sé cómo explicarlo… Era sentirme
vivo.
- Claro, conmigo no te sentías vivo…
- Reconócelo, habíamos caído en la monotonía, tantos años de
lo mismo… Se nos iba la vida y todo era igual. No había sorpresas…
- Pues parece que sí logré sorprenderte.
- Es cierto. No esperaba que te fueras. No quería que te
fueras…
- ¿Y ella?
- Ella no es importante. Nunca me importó. Sólo fue el
instrumento…
- ¿Y lo sabe?
- Seguro que sí. Es inteligente y no he vuelto a estar con
ella desde que te fuiste. Con tu partida se apagó mi deseo… Descubrí lo que de
verdad me importa. Además, he cambiado de secretaria.
- Debes saber que no estoy lista para que busques el deseo en
mí…
- Puedo esperar. Me siento tranquilo cuando cada mañana abro
los ojos y te veo a mi lado. Eso me basta para sentirme seguro.
- Me heriste. No te importó tirar por la borda más de treinta
años de relación.
- Nunca fue mi intención. Perdóname. No tiene que ver contigo.
No son nuestros años juntos los que me pesaron, sino los míos.