Hacía años que no regresaba a la casa. Ni pensaba hacerlo, pero sus hermanos le pidieron que los ayudara a vaciarla para poder venderla. La crisis no respeta los recuerdos. El tiempo tampoco.
La maleza jugaba a esconder el camino de entrada, y ella interpretó que no sería fácil sumergirse en el pasado. Sobre todo porque había salido de él abruptamente, justo después del funeral. Era la primera vez que estaría en esa casa sin la presencia de su madre, y sentía miedo, miedo a derrumbarse, como si habitase un edificio sin cimientos.
Sintió que le faltaba el aire al traspasar la puerta, y con el poco que lograba inhalar aspiraba el olor del olvido, del vacío y del abandono. Las lágrimas le empañaban la mirada, y se desplazaba por el pasillo guiada más por la memoria que por la vista.
Al pasar por delante de la habitación de invitados sintió el impulso de entrar, como cuando llegaba del colegio y corría a dar un beso a su madre siempre ocupada en la máquina de coser o cortando patrones en la mesa camilla.
Ahora el cuarto estaba casi vacío porque su cuñada había pedido llevarse el dormitorio cuando se cambiaron a la casa grande. Era difícil de reconocer, y no lo habría hecho de no ser por la mesa camilla y el mueble de la máquina de coser, probablemente oxidada y recogida desde que su madre sufrió el infarto mientras hilvanaba el que sería su traje de novia.
Y sobre la mesa, brillando como siempre, como recién usadas y afiladas, las tijeras de su madre. Las tomó y al tocarlas supo que serían el único objeto de la casa que guardaría, para no olvidar jamás que un solo momento puede cortar una vida, los sueños y la historia.
Qué pena...
ResponderEliminarYo he vivido algo así... y jo...
Vaciar armarios, ropa, objetos personales...
Un mar de lágrimas.
Besos.
Que duro es desalojar recuerdos de su habitáculo, ponerse frente a frente al inicio del desahucio de muchos afectos.
ResponderEliminarSé lo que significan las tijeras, conservo la máquina de coser con la que me hicieron la ropa cuando nací y cuyo sonido acompañó toda mi vida.
Eres increíble, tus relatos emocionan siempre.
Un beso.
Precioso texto. Esas tijeras como símbolo, de tu madre, costurera, y del hachazo de la muerte.
ResponderEliminarYo tardé nueves meses en poder entrar, con una hermana, al piso de mi madre. Nunca encontraba el momento. Ahora, vendido le piso, se me hace una nebuloso pensar en el cuarto donde cosía. Un abrazo grande
Vaciar tras la pérdida de un ser amado es tremebundo.
ResponderEliminarBesos.
Nunca antes los recuerdos cobraron tanto valor ...
ResponderEliminarMenos mal que disponemos de un precioso espacio para atesorarlos.
Un beso, Alís. Bordaste el momento.
Entiendo lo que cuentas porque me pasó algo parecido.
ResponderEliminarMe quedé como recuerdo una de las cosas mas absurdas que te puedas imaginar, pero para mi, con muchísimo sentido y que a día de hoy, todavía guardo en un cajón.
beso grande.
La vida y sus manos tijeras
ResponderEliminarTan bien contado, que parecía que yo también entraba.
Saludos
Quizás fueron esas tijeras las que cortaron el último hilo...
ResponderEliminarBss
ResponderEliminarToro Salvaje: Un beso a tus lágrimas. Y otro para ti
Ilduara: Mi madre también pasó muchas horas frente a su máquina de coser. El sonido creaba un ambiente especial e inolvidable. Y cómo me alegra que te emocionen mis textos, ni imaginas. Un beso grande
Albada Dos: Mi madre afortunadamente todavía vive (es una guerrera que ha superado grandes y duros contratiempos), pero aunque ya no cose hace muchos años, puedo visualizar con muchísima facilidad sus tijeras. Un abrazo grande
ResponderEliminarAlfred: En cierto modo, es estar hurgando en la herida. Besos.
Juncal: Y un espacio sin fondo. Muchas gracias! Un beso
Laura: Los recuerdos son los que dan valor a los objetos. Beso grande
ResponderEliminaralasdemariposa: Muchísimas gracias. Un abrazo.
De barro y luz: Seguro que sí, aunque el último hilo probablemente todavía no fue cortado. Besos
Julio David: Muchas gracias!! Un beso
Bellísmo relato. Crudo también. Aferrarnos a objetos a veces es una forma de seguir adelante. Me gustó mucho. Beso grande
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ResponderEliminarHoracio: Muchas gracias. No soy objetiva, porque soy buena para aferrarme a los objetos que me traen recuerdos. Para mí es un modo de prolongar los buenos momentos. Un beso grande
Muchos nos hemos encontrado en esa situación, yo llegué tarde... y ni siquiera los buitres y las hienas dejaron unas tijeras... por suerte la memoria y los recuerdos no pudieron llevárselos.
ResponderEliminarBesos, Alís.
ResponderEliminarLa Zarzamora: Yo he sido testigo de alguna situación así, en la que me escandalizó la frialdad con que los buitres como dices tú (y así los vi yo entonces, aunque sean personas que amo con la vida) se repartían el "botín". Me estremezco sólo con pensarlo. Besos!!